Rosa era adoratriz, Pedro Pablo fraile franciscano; ahora son un matrimonio que ayuda a jóvenes en apurosRosa y Pedro Pablo son un matrimonio muy especial. Rosa era adoratriz y Pedro Pablo fraile franciscano. Dios tenía otros planes para ellos, tenía otras líneas marcadas en su vida: “Cuando repasamos nuestra historia aparecen esas líneas. Dios es muy listo, muy inteligente. Cómo lo configuró…y como aprovechó las circunstancias para que esto fuera posible”, explica Pedro Pablo en El Espejo de COPE.
Primero fue un trabajo común. Ambos colaboraban con Proyecto Hombre. Pedro Pablo en un piso de hombres. Rosa en uno de mujeres con problemas de drogas. Rosa y Pedro Pablo comenzaron a hacer de enlace en la cárcel de un matrimonio que estaba en ambos proyectos. El hombre salió de la cárcel y el matrimonio logró salir de las drogas. Todo gracias a Rosa y Pedro Pablo.
Luego fueron unos ejercicios espirtuales. En Alfa y Omega se hacen eco de su historia: “Nosotros habíamos hecho unos ejercicios espirituales juntos en Buenafuente del Sistal, y allí pasó algo entre nosotros. Descubrimos una vocación a compartir, más allá de nuestro trabajo juntos. Esos ejercicios fueron una segunda llamada para nosotros. Pasados los años decidimos casarnos allí; después, lo celebramos en nuestra parroquia, y más adelante en Caná de Galilea”.
Finalmente vino toda su labor. “El matrimonio es una comunidad portatil, con el que tú te puedes meter hasta en el fondo del mar. Llevas esa presencia y ese sello de consagración allá donde estés. Eso es lo que nos ha permitido estar cerca, muy cerca de situaciones muy duras”, explica Pedro Pablo. Incluso tienen una especie de “santos de su Iglesia doméstica”, aquellos a los que no han podido rescatar: “Marcos, uno de los chicos a quien ayudábamos. Su madre era prostituta y él había crecido en la cárcel; vivió después en la calle, debajo de un puente, y lo acogimos, pero a los tres años de conocerle se murió en nuestra casa. Ha habido más: Alfonso, José Antonio… Son los santos de nuestra Iglesia doméstica, y ellos son la clave de nuestro matrimonio”.
Rosa y Pedro Pablo han cambiado la opción religiosa por el matrimonio, pero no han cambiado su manera de ver el mundo. Ahora hacen “adora-acción”. Así lo explica Pedro Pablo: “El sentimiento profundo de esta delante de la presencia de Dios y del otro: del que tiene hambre, del que tiene sed…Habiendo sido nosotros los primeros sedientos, los que hemos estados sin fuera y nos vistió”.
La Fundación Cauces, su fundación se encuentra en el bajo de una viviendas humildes del barrio madrileño de Usera, en España. Allí acogen a adolescentes y jóvenes en situación de riesgo que vienen de la delincuencia o de la drogadicción.
Es un albergue, pero más bien una familia. Es un lugar donde reinsertarse, donde volver a amar y sentirse amados. Allí muestran sus rebeldías y fracasos y se recomponen. Sienten la misericordia de Dios.
Un sólo ejemplo, lo cuenta Manuel Bru en su blog “Primereando” : “Una tarde uno de estos chavales, que había sufrido acoso escolar por ser negro, no quería celebrar el cumpleaños de otro de ellos, pues sabía que provenía de grupos racistas. Se encerró en la sala de los ordenadores. Pedro Pablo lo convenció para que prodigara la misma misericordia que había recibido. Entrando en la sala, se abrazaron. Y al rato estaban comiendo juntos una sabrosa tarta riéndose. Pero no podían disimular las lagrimas que aún caían sobre sus mejillas. Son las cosas de la misericordia”.
Rosa y Pedro Pablo siempre quisieron servir a Dios y por ello comenzaron su vocación religiosa. No podían imaginar que Dios quería para ellos otro camino. Siendo religiosos se conocieron y ahora son una familia que reparte misericordia a todos los jóvenes que se acercan a la Fundación Cauces.