"La mirada de Jesús va más allá de los pecados y los prejuicios; ve a la persona con los ojos de Dios, que no se detiene en el mal pasado, sino entrevé el bien futuro; no se resigna a las cerrazones, sino abre nuevos espacios de vida; no se detiene en las apariencias, sino mira el corazón".
Lo dijo el papa Francisco a los fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro para rezar la oración mariana del Ángelus del último domingo de octubre de 2016.
El Papa comentó el Evangelio del día, que presenta un hecho sucedido en Jericó: "Allí vivía Zaqueo, el jefe de los publicanos, es decir, de los cobradores de impuestos".
"Zaqueo era un rico –afirmó el Pontífice– colaborador de los odiados dominadores romanos, un explotador de su pueblo".
"Él también quería ver a Jesús, pero su condición de público pecador no le permitía acercarse al Maestro; además, era pequeño de estatura; por esto se sube a un árbol, un sicomoro, a lo largo de la calle donde Jesús debía pasar”.
"Baja pronto"
Cuando Jesús llega cerca a aquel árbol, levanta la mirada y le dice: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".
Sabemos que el deber supremo de Jesús -dijo Francisco- es realizar el designio del Padre sobre la humanidad, que se cumple en Jerusalén con su condena a muerte, la crucifixión y, al tercer día, la resurrección.
Es el designio de salvación de la misericordia del Padre. Y en este designio está también la salvación de Zaqueo, un hombre deshonesto y despreciado por todos, y por ello necesitado de conversión.
"La mirada de Jesús –precisó el Papa– va más allá de los pecados y los prejuicios; ve a la persona con los ojos de Dios, que no se detiene en el mal pasado, sino entrevé el bien futuro; no se resigna a las cerrazones, sino abre nuevos espacios de vida; no se detiene en las apariencias, sino mira el corazón".
"A veces nosotros buscamos corregir y convertir a un pecador llamándole la atención, echándole en cara sus errores y su comportamiento injusto", señaló el Papa.
En cambio, "la actitud de Jesús con Zaqueo nos indica otro camino, aquel de mostrar a quien se equivoca su valor, aquel valor que Dios continúa viendo a pesar de todo".
"Esto puede provocar una sorpresa positiva, que enternece el corazón e impulsa a la persona a sacar fuera lo bueno que tiene en sí".