El Pontífice, por primera vez, sale del Vaticano para celebrar la fiesta de los difuntos en un cementerio “La conmemoración de los difuntos tiene este doble sentido: sentido de tristeza -el cementerio es triste, nos recuerda a los seres queridos que se han ido, nos recuerda también el futuro de la muerte-”, pero “es la tristeza que se mezcla con la esperanza”, dijo el papa Francisco, quien por primera vez, presidió la misa con motivo de la Conmemoración de todos los fieles difuntos en el Cementerio romano de Prima Porta (Primera Puerta), Flaminio, este miércoles 2 de noviembre.
La esperanza está en la promesa de Jesús en la resurrección, dijo. “En esta tristeza nosotros llevamos flores como un signo de esperanza. Puedo decir también de fiesta, pero más adelante, no ahora“, explicó el Papa.
La “esperanza” nos ayuda “porque también nosotros tenemos que hacer este camino. Todos nosotros haremos este camino antes o después. ¡Todos, con el dolor, más o menos, pero todos!”, dijo desde la periferia romana el Obispo de Roma, quien realizó con los fieles la oración por los difuntos y la bendición de las tumbas.
“Pero, con la flor de la esperanza ese hilo fuerte está anclado en el más allá en la esperanza de la resurrección -continuó-. Quien ha hecho primero este camino es Jesús”.
Por ende, invitó a los fieles que visitan como es tradición los cementerios para recordar a sus muertos: “Regresemos a casa con esta doble memoria; la memoria del pasado de los seres queridos que se fueron y la memoria del futuro del camino que recorreremos con la seguridad, esa certeza salida de los labios de Jesús: Yo lo resucitaré en el último día”.
Texto completo de la homilía
Después de la proclamación del Evangelio, el Papa Francisco pronunció la homilía
Job estaba en la oscuridad, era precisamente en el borde de la puerta de la muerte. En ese momento de angustia, de dolor y de sufrimiento, Job proclama la esperanza: “Bien sé yo que mi Defensor vive y que él hablará el último, de pie sobre la tierra. Yo me pondré de pie dentro de mi piel y en mi propia carne veré a Dios. Yo lo contemplaré, yo mismo. (Job 19,25.27)” .
La conmemoración de los difuntos tiene este doble sentido: sentido de tristeza, el cementerio es triste, nos recuerda a los seres queridos que se han ido, nos recuerda también el futuro de la muerte.
En esta tristeza nosotros llevamos flores como un signo de esperanza. Puedo decir también de fiesta, pero más adelante, no ahora.
Es la tristeza que se mezcla con la esperanza. Y esto es lo que nosotros sentimos hoy en esta celebración, la memoria de nuestros seres queridos delante de sus restos y la esperanza.
Pero, también sentimos que esta esperanza se ayuda porque también nosotros tenemos que hacer este camino. Todos nosotros haremos este camino antes o después. ¡Todos, con el dolor, más o menos, pero todos!
Pero, con la flor de la esperanza ese hilo fuerte está anclado en el más allá en la esperanza de la resurrección. Quien ha hecho primero este camino es Jesús.
Nosotros caminos por el camino que Él ha recorrido. Y quien nos ha abierto la puerta es él mismo; Jesús con su Cruz nos ha abierto la puerta de la esperanza para entrar donde contemplaremos a Dios.
“Bien sé yo que mi Defensor vive y que él hablará el último, de pie sobre la tierra. Yo me pondré de pie dentro de mi piel y en mi propia carne veré a Dios. Yo lo contemplaré, yo mismo” .
Regresemos a casa con esta doble memoria; la memoria del pasado de los seres queridos que se fueron y la memoria del futuro del camino que recorreremos con la seguridad, esa certeza salida de los labios de Jesús: Yo lo resucitaré en el último día.