¿Cuánto tiempo hace que no le dices a alguien “te quiero”?La falta de armonía interior puede producir fundamentalmente cuatro enfermedades graves del corazón. Todos sufrimos algo de cada una y hay que tratar y sanar porque dañan demasiado, a uno mismo y la convivencia. Aparecen detalladas en el libro Nuestra vida afectiva de la editorial Patris:
1. Analfabetismo sentimental: Es la enfermedad que nos impide leer los sentimientos y nos convierte en ignorantes en el campo de los afectos. ¿Los síntomas? Inseguridad ante el cariño de los demás e incapacidad de percibir las necesidades de los demás.
¿Te has preguntado si te has transformado quizás en una especie de máquina fría y distante, en general o respecto a alguna persona en concreto? Tienes muchos números de sufrir esta especie de ceguera que te impide descubrir al otro y las novedades que siempre guarda en su interior.
Cuidado porque esta enfermedad destruye o deteriora las relaciones que exigen el mantenimiento de la tensión argumental, como el matrimonio, y puede desembocar en un aburrimiento fatal, o en llenarse de normas y ritos para acallar los sentimientos.
2. Personalidad “alexitímica”: Quien la padece es incapaz de expresar o hablar de sus sentimientos. Alerta, esta enfermedad es contagiosa y progresiva. Sus síntomas son: muchas horas extra de trabajo y en las pantallas (celular, TV, computadora).
¿Te has sentido alguna vez como si tu hogar se hubiera convertido en un hotel? ¿Sabes decir estas dos palabras: “te quiero”? O como se pregunta este cantante cubano, ¿hace cuánto tiempo que no le dices a alguien que le quieres?
3. Inmadurez afectiva: Cuando sufres esta enfermedad buscas cariño por todas partes. Eres incapaz de comprometerte y de tomar decisiones para toda la vida, como un eterno adolescente. Falta la estabilidad, siempre con sed de amor, de afectos. Una especie de Don Juan Tenorio…
4. Enfermedad del éxito: Esta es quizás más extendida hoy. Empieza de manera sutil y te va invadiendo… La inteligencia y la voluntad se unen al servicio del éxito y los sentimientos quedan relegados, pensando en darles libertad en algún futuro indeterminado.
Se opta por el crecimiento económico, el bienestar material y el éxito profesional y se van pagando precios muy altos, el más alto los hijos que van creciendo sin descubrir, desarrollar y educar los sentimientos. Los padres se pierden momentos de la vida familiar que nunca más volverán.
Se ejercita la voluntad y la inteligencia para lograr el éxito y nos olvidamos de amar, de la ternura, de las palabras de amor, de gozar verdaderamente.