Sin una joven desconocida habría enterrado a mi hija la semana pasada…¿Qué padre o madre de adolescente no ha imaginado nunca lo peor cuando su hijo o hija salía un sábado con los amigos? Claro que no todos los jóvenes se emborrachan, pero puede llegar a darse una situación en que beban alcohol en exceso hasta degenerar en una pandilla de inconscientes.
El testimonio de Melissa Aho trata de advertir a otras personas de los peligros a los que se expone quien consume alcohol sin conocer las consecuencias. Su testimonio se ha hecho viral en internet y Aleteia lo traduce para sus lectores…
El sábado pasado, mi hija de 15 años me preguntó si podía ir al cine y a dormir a casa de una amiga. Dije que sí. Siempre me pide permiso y se asegura de llegar a un acuerdo conmigo antes de actuar. Pero el programa previsto cambió y ninguna familia debería vivir los acontecimientos que siguieron…
Sobre la 1 de la madrugada recibí un mensaje de Facebook de una chica avisándome de que había recibido una llamada que decía que mi hija Ryleigh se había desmayado. Mi corazón se detuvo. Inmediatamente traté de llamarla varias veces pero, por supuesto, no respondía.
Pregunté por Facebook por el qué, cuándo, cómo y por qué de todo, pero la chica no respondía porque ya se había ido a buscar a quien la había llamado y a mi hija y las había traído hasta mi casa en coche. La ambulancia estaba en camino cuando abrí la puerta del coche para encontrar a mi hija, inconsciente y cubierta de vómito.
Seguía inconsciente cuando llegó la ambulancia. Como no sabíamos qué había consumido además de vodka, los enfermeros le dieron cuatro dosis de Narcan [o Naxalona, para la reanimación de un sujeto comatoso, N.d.r.], pero siguió sin responder.
La trasladaron al hospital todavía sin mejorar, nos dijeron que sus vías respiratorias no eran lo suficientemente fuertes y que había que intubarla y transferirla de inmediato al centro hospitalario de la Universidad de Massachusetts. Una vez allí, los médicos nos dijeron que mi hija no respiraba en absoluto por sí sola y que había que aplicarle asistencia respiratoria.
Sufrí catorce largas horas, implorando y suplicando por la vida de mi hija, tenía flashbacks de su nacimiento, su primera sonrisa, la primera vez que dijo mamá, sus primeros pasos, su primer cumpleaños, su primer día de colegio, su primera amiga, la primera vez que se puso enferma, su graduación del instituto, nuestros momentos de confidencias madre-hija, las risas, las bromas, las carreras, los mimos,…
Pensé en sus hermanos y en cómo les afectaría la pérdida de su hermana, a ellos y a todas las personas que la aman.
Mi hija estaba con un grupo de adolescentes. Estoy segura de que, cuando se dieron cuenta de que Ryleigh no se encontraba bien, entraron en pánico y pensaron que se verían en problemas si pedían ayuda. Así que la dejaron allí… Solamente una chica, que ni siquiera era amiga suya, sino una conocida, permaneció con ella y encontró mis datos de contacto.
No le importaba meterse en líos, quería conseguir la ayuda que tanto necesitaba mi hija. Estoy segura de que los otros adolescentes tuvieron miedo y no se dieron cuenta de la gravedad de la situación.
Por eso comparto mi experiencia, para que todos los adolescentes que pudieran encontrarse en una situación parecida se enteren bien: ¡no van a meterse en líos por ayudar a alguien! ¡Pueden salvar una vida preciosa! Así que se lo suplico, pidan ayuda a alguien, sea cual sea la circunstancia.
Esta joven salvó la vida de mi hija porque contactó con alguien que pudo encontrarme. Lo cierto es que, sin ella, la semana pasada habría estado enterrando a mi hija. Padres, ¡hablen de esto con sus hijos para que se percaten de los riesgos del alcohol!
Después de catorce horas, gracias a Dios, mi querida hija por fin abrió los ojos, me miró y preguntó por su hermana. Su recuperación será larga y difícil debido a sus problemas respiratorios, los golpes que se ocasionó por las repetidas caídas bajo el efecto del alcohol, las laceraciones en los ojos y una posible neumonía a causa del vómito que entró en sus pulmones… Así que todavía no hemos escapado del peligro, pero al menos ya está en casa, sana y a salvo.
Muchas gracias a todos los que han apoyado a mi familia, rezando y ayudando a mis otros hijos y a mi marido mientras yo estaba en el hospital. Nos sentimos bendecidos.
Mi hija de 42 kilos tenía un nivel de 2,8 gramos de alcohol en sangre por beber el mismo vodka que tan habitualmente beben los jóvenes de hoy en día. No piensen que no podría pasarles a ustedes, porque esto es muy real en todas partes. Nuestras fotos puede que les perturben, pero confío en que les ayuden a tomar conciencia de los peligros y así salvar la vida de otros niños.