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¿Ser sacerdote y buen periodista? No tiene por qué ser incompatible

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Miriam Díez Bosch - publicado el 03/12/16
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Consejero diplomático, cura, periodista… Antonio Pelayo, veterano vaticanista español, habla con Aleteia Lo sabe todo. Antonio Pelayo es una mina: periodista televisivo, asesor eclesiástico de embajada y sacerdote. Caballeroso y repleto de información discreta –no secreta-, matiza, Antonio Pelayo se sienta con Aleteia en la Embajada Española ante la Santa Sede para defender la cultura y una información religiosa “menos clerical”.

Acaba de recibir la noticia que la Conferencia Episcopal Española le entregará el premio Bravo a la trayectoria profesional. Es corresponsal en el Vaticano y en Italia de Antena 3 y de la revista Vida Nueva.

-¿Es problemático, ser cura y periodista?

A mi nunca, nunca me ha condicionado. ¿Por qué? Porque no he sido un sacerdote que se ha hecho periodista, desde el principio fui las dos cosas.

Tienes un tipo de vida en que hay que alternar muchas cosas. Pero es compatible. No es una especie tan rara como pueda parecer, aunque lo es un poco (sonríe).

-¿Qué es un consejero eclesiástico?

Un traductor en palabras sencillas que se salga de las interpretaciones puramente periodísticas. El consejero tiene sus fuentes que no son periodísticas, que le permiten manejar unos datos que no son públicos.

-O sea, que usted sabe mucho pero cuenta poco.

Una cosa importante es que un consejero eclesiástico debe tener fuentes vaticanas, no digo secretas pero si confidenciales

Aspiro a que el gobierno que yo ayudo tenga la información mejor, más fiable. Que tenga unas fuentes seguras. Dar un consejo preciso.

El mundo eclesiástico romano no se circunscribe solo al mundo diplomático que está en la Santa Sede, sino a las múltiples congregaciones religiosas, a los múltiples profesores de universidad,… siendo sacerdote te es más fácil, porque tienes un lenguaje común.

-¿Francisco es un Papa más mediático que sus antecesores?

La materia periodística que este Papa ofrece es mucho mayor que la de Benedicto XVI. Son dos caracteres, dos actitudes diversas. Este Papa en un año ha dado más entrevistas que Benedicto XVI en 8 años. Con Juan Pablo II había más afinidad, pero tampoco tanta. Este Papa como fenómeno periodístico se salta la barrera. Es una fuente inagotable de noticias.

-¿Ha tenido algún perchance periodístico alguna vez?

Me siento modestamente orgulloso de no haber sido nunca desmentido. Podrá ser más cercano a la verdad según las circunstancias de las noticias. Un periodista tiene que tener credibilidad, para tener credibilidad tiene que renunciar a lo que a veces parece una noticia y luego no lo es.

Nunca hacer una maledicencia directa de una persona.

Creo que se puede hacer información muy verídica, muy importante, muy veraz, sin herir, sin dañar.

-¿Le ha gustado, el Año de la Misericordia?

La esencia de Dios es la misericordia. Esa misericordia se tiene que desparramar sobre la acción del sacerdocio y de la iglesia, de los seres humanos, es así. Centrar la pastoral del Año Santo en esta verdad tan fundamental como que Dios es misericordia, solo misericordia, siempre misericordia. Me parece algo fundamental y esencial.

– ¿La información religiosa goza de buena salud?

Yo me imagino que sea un periodismo profesional, aún hoy en gran parte no lo es. Hay mucho aficionado a la información. La información es una cosa muy seria y lo será cada vez más. Por tanto, necesita profesionales. Luego hay que elegir bien su mundo y su esfera. Hay que desclericalizarla.

-¿Por qué en el mundo de la cultura no hay presencia cristiana?

La cultura no tendría que tener apellidos. No me gusta hablar de cultura cristiana. Me gusta hablar de cristianos que hacen cultura, que hacen cultura en la arqueología, la historia, en la botánica,…pero no tienen por que tener ese entrecomillado de “cristiano”.

La Iglesia no puede tener miedo de la ciencia, ni del progreso humano ni de nada.

Nada de lo que signifique para la humanidad progreso la Iglesia lo debe rechazar. Al contrario, lo debe ayudar. Disociar la fe de la cultura es un suicidio.

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