Las numerosas propiedades medicinales y culinarias de la berzaLa col (lat., Brassica oleracea) se cultiva por toda Europa desde hace miles de años y fue una hortaliza muy apreciada por los celtas y por los romanos, ya que goza de numerosas propiedades terapéuticas, especialmente para realizar cataplasmas para curar las úlceras y los tumores externos.
Los navegantes la usaban para combatir el escorbuto, elaborando chucrut con hoja de col, y el hombre neolítico ya guisaba la hoja de col para potenciar el sabor de los primeros caldos: ¡la sopa de col!
Los antiguos hortelanos conventuales ya pusieron de relieve que: “El cultivo de la col es uno de los más antiguos. La col requiere climas húmedos y templados; no obstante, existen variedades resistentes a los fríos. Necesita mucha humedad, y por ello debe regarse o cultivarse en suelos frescos. Si se escalonan convenientemente las siembras las coles pueden cosecharse en todo tiempo. La col manifiesta gran avidez por los abonos, y el estiércol descompuesto da excelentes resultados, como también las aguas negras […] Las coles picadas ligeramente al mortero y aplicadas en forma de cataplasma son muy útiles contra el reumatismo, podagra, inflamaciones del hígado, riñones y llagas del estómago” (BHC, Pócimas de capuchino, 51-52).
En efecto, con la hoja de col en la terapéutica antigua se preparan algunos remedios —bastante bien elaborados— como una curiosa receta para elaborar píldoras para el dolor de cabeza que en el año 1756 redactó en el convento capuchino de Vilanova de Cubelles fray Jacint de Sarrià: «Pren asíbar rentat, segons lo que pesa un ral de plata; rael de carbassa silvestre; de safrà un escrúpol; de mirra mitg escrúpol, mòlt amb subtil trituració, y mesclat molt bé, fes-ne píndolas ab such de cols, las que en castellà se diuen versas, y ne donaràs, tres o quatre, segons lo subjecte, a la nit quan se’n va a dormir, advertint que han de haver sopat a lo menos tres horas antes, y las donaràs de tres en tres nits, una vegada» (BHC, Tractat o Llibre, ff. 10-11).
También consta en otros textos antiguos la utilización de cataplasmas de hoja de col para curar úlceras: “Una hoja de col previamente sometida a un ligero prensado aplicada sobre una llaga pronto la hace encorar, y todos los días debe renovarse la hoja de col, una o dos veces, a poder ser, tomada directamente de la planta”.
El famoso médico imperial y pontificio, D. Andrés de Laguna (†1560), recogió de los escritos de Pedanio Dioscórides que: “La berza doméstica, si ligeramente cocida se come, ablanda el vientre, y si se come a la fin del pasto, ataja todos los daños del vino y de la embriaguez” (Acerca de la materia medicinal, s.f.).
Los antiguos capuchinos conservaban la hoja de col dejando marchitar las hojas blancas interiores, que escaldaban y confitaban cubiertas con vinagre; y esta col confitada a la capuchina, con aceitunas, cebolla y acompañada de bacalao desmigado (o bien con arenques, es decir, la sardina prensada y salada) ¡da un sabor excelente!
La perdiz cocinada con coles es una comida que no tiene comparación eficiente por su exquisitez, y la fritura de col y patata con tocino (el trinxat de la Cerdanya) ¡es un plato solariego delicioso de época otoñal e invernal, siendo especialmente sabroso cuando la col ha sido tocada por la escarcha!
Por Fray Valentí Serra de Manresa
Artículo publicado originalmente en el número del 20 de noviembre de 2016 del semanario Catalunya Cristiana