Es muy fácil dejarse llevar por el entusiasmo de los regalos y perder de vista completamente el “objetivo de esta época”Es raro que uno de los días del año que es más difícil mantener santo sea precisamente el día de Navidad. Es un día jubiloso que celebramos junto a la familia, así que es difícil recordar que es, sobre todo, una “fiesta sagrada”. Lo más fácil es quedar atrapado en el entusiasmo de los regalos y pasar por alto totalmente “el motivo de lo festivo”.
Para ayudar a equilibrar el día y mantener en mente la solemnidad del acontecimiento del nacimiento de Cristo, a continuación tienes tres formas sencillas para santificar el día de Navidad y centrar tu alma en Cristo.
No olvides que la misa sigue existiendo durante la Navidad
Puede parecer obvio, pero merece la pena recordarlo. Asistir a misa la noche antes o la mañana de Navidad es una forma refrescante de permanecer centrados en el verdadero motivo del evento que se celebra. La Iglesia nos llena de lecturas e imágenes hermosas que evocan la noche sagrada que aconteció hace más de dos mil años y que nos enseña que la Navidad es mucho más que regalos y fiestas. Al ir a misa nos ofrecemos a Dios nosotros mismos en sacrificio en el altar y aceptamos su mayor regalo para nosotros, la Sagrada Eucaristía.
De hecho, la celebración de la misa es bastante parecida a aquel primer día de Navidad en el que Cristo descendió del paraíso para habitar entre nosotros como niño. Durante la misa, desciende a nosotros en la forma del pan y el vino con el deseo de habitar, no en un pesebre, sino en nuestros corazones.
Después de la misa, es beneficioso arrodillarse ante la escena del pesebre en la iglesia y dedicar algunos momentos a rezar. Esto ayuda a establecer el tono para el resto de la Navidad y nos concede un momento para contemplar al Cristo Niño.
Empieza el día en soledad y oración
Una segunda forma que contribuye al espíritu de oración el día de Navidad es despertarse antes que los niños y sentarse en el silencio. En Salmos 46:10, Dios nos dice: “Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios”. Todos sabemos que en cuanto se despiertan los niños, el caos suele venir detrás. Por eso es bueno ser reflexivo y comenzar el Día de Navidad en la “sala interior” del silencio y la oración, centrando nuestra atención en Cristo y su cumpleaños.
Al margen de cuánto tiempo puedas dedicar (puede ser algo tan sencillo como 5-10 minutos de oración silenciosa), este momento de pausa por la mañana te permitirá sacar lo máximo del día antes de que comience el ajetreo de la Navidad.
Termina el día en soledad y oración
Hay quien se refiere al comienzo y al final del día como “sujetalibros”. Lo que suceda entre estos dos sujetalibros a menudo es incontrolable, por lo que encontrar un momento para respirar puede ser difícil. Por eso siempre viene bien terminar el día de la misma forma que lo empezaste: en silencio y a solas.
Además de preocuparnos por el nacimiento del Niño Jesús y concentrar nuestros pensamientos en Dios, el Día de Navidad es buena idea hacer recuento y dar gracias por nuestras bendiciones. Bing Crosby lo expresó estupendamente en el clásico Navidades Blancas, película favorita de muchos en este momento del año.
La Navidad es un día precioso por muchas razones, por eso terminar el día dando gracias es una forma estupenda de mantener el espíritu navideño y centrar nuestra atención en Dios, siendo agradecidos por lo que tenemos en vez de abalanzarnos sobre los numerosos regalos que vayamos a recibir.
A fin de cuentas, estos tres hábitos pueden parecer muy sencillos y obvios, pero no es raro que uno se relaje y fracase en el proceso.
Santificar el día de Navidad no tiene por qué ser un acontecimiento milimétricamente orquestado en que todo el mundo se vea forzado a rezar todos los misterios del rosario antes de abrir los regalos. En lugar de eso, sería más ventajoso imitar la sencillez y la humildad del nacimiento de Cristo y hacer cosas pequeñas con un inmenso amor.
Cristo no vino al mundo acompañado de fanfarria y un espectáculo de luces. Vino en mitad de la noche, en el silencio y la calma. Ahí es donde encontraremos a Jesús el Día de Navidad.