La madre describe la ternura y belleza de su gesto como una “caricia del Cielo”¿Puede un solo gesto captar la intensidad y la hondura de la inocencia, la ternura y la belleza? En la audiencia general con el papa Francisco del pasado miércoles 28 de diciembre, memoria litúrgica de los Santos Inocentes, fue posible.
La inocencia encontró ese día su forma de hacerse visible a nuestros ojos a través de una niña con un largo recorrido de lucha por seguir viviendo en sus escasos años. Macarena,”Maki”, es la menor de los siete hijos de Ricardo Márquez y Carmina Coloma. Ha padecido Síndrome de Rasmussen, una encefalitis crónica degenerativa de origen autoinmune que le hizo pasar por seis operaciones de cerebro.
En una de ellas, los médicos le extirparon el hemisferio cerebral derecho para salvarle la vida. Tuvo el lado izquierdo de su cuerpo paralizado, no se mantenía erguida y no podía andar.
Pero desde el principio, Maki tenía claro que “la Virgen María la curaría”. La familia organizó un viaje al Santuario de Lourdes y, en el camino, la niña consiguió dar tres pasos por sí misma. Fue el comienzo de una larga recuperación que los padres afrontan con gran tesón.
Puedes conocer su historia aquí: http://es.aleteia.org/2016/11/09/maki-la-nina-de-tres-anos-que-sonreia-cuando-afrontaba-y-vencia-a-la-muerte/.
En esta ocasión, la familia entera celebraba en Roma los 25 años de matrimonio de los padres de Maki y su mayor ilusión era poder ver al Papa de cerca. Había llegado el momento. El miércoles 28 la familia entera entró en la Aula Pablo VI del Vaticano, junto a varios miles de fieles y peregrinos de diversos países y a primera vista resultaba muy difícil conseguir su deseo.
Fue en ese mismo instante cuando irrumpió la ternura. Los padres de Maki pidieron a los asistentes a la audiencia con los que se encontraban en los pasillos que permitieran que la niña estuviera cerca del Papa. Uno a uno les fueron abriendo paso, intuyendo que Maki lo merecía, sin conocer su impresionante historia.
Y la ternura se mostró en su máximo esplendor al final de audiencia, después de escuchar al papa Francisco hablar de cómo “la esperanza, sorprende y abre horizontes, nos hace soñar lo inimaginable”.
Francisco se acercó a la familia y al tiempo que escuchaba a la madre de Maki y a la propia niña contarle lo que habían pasado, le brindó el más sentido de sus abrazos. En ese espacio de tiempo, congelado para siempre a través de varias fotografías, la suma de la inocencia y la ternura mostraron la más pura belleza. El papa Francisco abrazó a Maki como Dios abraza al hombre.
Carmina Coloma describe ese momento brillante y único como una caricia del Cielo. “Dios quería regalarle ese abrazo a Maki y a la familia entera, para mostrarnos que Él está detrás de todo”, asegura emocionada.
En ese abrazo estábamos todos: los que sufren, los que viven plenamente, los que cargan cada día con su cruz, quienes se revuelven ante la realidad, los que se sienten plenamente amados por el Padre, los que dudan, los que afrontan la muerte y a quienes les aterra la Vida. A todos sin distinción acoge el papa Francisco como Dios mismo hace con cada uno de sus hijos.
Lo bello se muestra ante nuestros ojos mucho antes de que nuestro corazón se esconda a la ceguera. Porque vi, creí. Dichosos los que creen sin haber visto.
Ojalá, como pidió ese día el Papa, confiemos “en el Señor, como lo hizo Abrahán, para que salgamos de nosotros y descubramos su promesa en cada signo y acontecimiento que nos toca vivir”.