En 2013, Pavel Sapozhnikov simuló las condiciones en las que un campesino ruso debería sobrevivir el invierno En 2013, un proyecto llamado “Solo en el Pasado” (“Alone in the past”) procuró reconstruir las condiciones en las cuales un campesino ruso debería sobrevivir el invierno en el Medioevo. Pavel Sapozhnikov, uno de los miembros del proyecto, se dispuso a vivir en una pequeña granja, equipada sólo con herramientas, ropa y refugio propios del siglo IX durante seis meses. Una vez al día, Sapozhnikov debía hablar a la cámara, durante apenas media hora, para compartir sus experiencias. El resto del tiempo debía pasarlo solo.
Pero no sólo contamos con el testimonio de Sapozhnikov para asomarnos a semejantes condiciones. De hecho, la consulta de manuscritos, registros y demás fuentes de la época –bien sean escritas o no- pueden ayudarnos a entender cómo la gente vivía –y moría- entonces ¿Cómo se mantenían calientes sin tener ventanas gruesas, aislantes ni calefacción central? ¿Qué comían, si no tenían ni refrigeradores ni acceso a bienes importados de otras latitudes con climas menos ásperos? ¿Qué hacían si no podían salir de casa, so riesgo de morir de hipotermia?
Es obvio que el invierno podía ser la peor época del año para muchos, especialmente si venía precedido de una cosecha pobre, o si se era de salud débil. Aquí, basándonos en el artículo publicado por Medievalists.net, hemos querido compartir algunos de los “tips” medievales más comunes para sobrevivir el invierno que, en buena parte del mundo, está apenas comenzando.
Comida
El invierno, generalmente, comienza a llegar el 29 de septiembre (la fiesta de San Miguel Arcángel) y dura hasta, más o menos, el 2 de febrero, cuando ya el suelo está lo suficientemente caliente (esto es, descongelado) como para comenzar a intentar cultivar la tierra. Al menos, es así en Rusia, que no en el hemisferio occidental.
En todo caso, estamos hablando de mucho tiempo, aún si decimos que el invierno comienza oficialmente el día del solsticio (21 de diciembre) y termina aproximadamente a inicios o mediados de abril. Así, el otoño es siempre un tiempo invertido en preservar la cosecha de los meses anteriores. Esta cosecha se cocinaría entonces en guisos –generalmente incluyendo sólo vegetales y granos) en los que se incluía también la fruta (se consideraba poco sano comer fruta cruda) junto a cebollas, lentejas, frijoles, repollos y algunas pocas hierbas.
La proteína se obtenía sobre todo de queso y huevos, y al guiso de vegetales generalmente se le añadía un poco de carne (casi siempre tocino, o conservas de cerdo salado), pero si se contaba con un poco más de recursos económicos, la dieta incluiría también cordero y palomas o codornices, junto a cantidades suficientes de vino tinto para contrarrestar los efectos del frío invernal.
Ropa
Al igual que hoy día, el invierno medieval era época de vestir bufandas, botas y guantes (generalmente, en el caso medieval, sin separaciones para los dedos –más bien, se trataba de mitones-), pero, además, capas (cosa que hoy día hemos sustituido por abrigos con mangas). A menudo, las casas se mantenían calientes gracias a una hoguera encendida sobre piedra (para evitar que el fuego se propagara), y el humo escapaba (en su mayoría) por una columna que salía por el techo.
Estas estructuras fueron, desde luego, las primeras chimeneas, pero si bien permitían mantener ciertas temperaturas pasables dentro de las casas, difícilmente uno se desprendería de la capa o de la bufanda aun estando dentro de casa. La mayoría de estas prendas eran de lana, pero al tratarse de lana cruda (que resulta bastante incómoda de vestir), casi siempre se llevaba por debajo una ropa más suave, generalmente de lino. Además, el sudor mojaría la lana, haciendo que ésta perdiese parte de sus propiedades térmicas, de modo que era común quitarse la ropa de lana, permanecer junto al fuego esperando a que ésta se secase y luego volvérsela a poner.
Entretenimiento
El hecho de que en el siglo IX la gente no dispusiese de televisión, radio, internet o de bibliotecas públicas abundantemente dotadas de libros no quiere decir que los cortos y oscuros días de invierno (y sus larguísimas noches) fuesen aburridos.
La gente entonces hacía muchas de las cosas que aún hoy consideramos “actividades de invierno”: jugaban en la nieve (las guerras de bolas de nieve eran bastante comunes), hacían carreras de trineos e incluso patinaban sobre hielo (haciendo patines con trozos de madera pulida o huesos de animales). Las actividades bajo techo incluían jugar ajedrez y backgammon, que se consideraban realmente un alivio tras los días de dura actividad laboral recogiendo, apilando y cortando leña.