La iglesia Ružika, en Belgrado, Serbia, fue en tiempos pasados un polvorín del ejército turcoLos frescos de la iglesia de Ružica, una pequeña capilla escondida, prácticamente adosada a una de las murallas laterales de la fortaleza de Kalemegdan, en Serbia, son iluminados con dos grandes lámparas hechas con casquillos de balas, fragmentos de espadas y partes de viejos cañones. Si uno desconoce la historia del lugar, semejantes piezas parecen no tener sentido alguno.
Considerando que lo mismo pasó en alguna ocasión con el mismísimo Partenón, en la acrópolis ateniense, la historia de esta pequeña iglesia no es tan extraña.
Ocupada más de una vez por distintas facciones (serbios, turcos, húngaros y austriacos), esta pequeña iglesia ha sido testigo de más acción de la que hubiese querido.
De hecho, el espacio que la iglesia de Ružica ocupa hoy día fue, durante más de 100 años, utilizado por los turcos como un polvorín. En ella, por más de un siglo, sólo se almacenaban pólvora y municiones.
La iglesia tuvo que ser reconstruida, casi en su integridad, después de la Primera Guerra Mundial. Aunque fue gravemente dañada por los bombardeos, al menos la devastación tuvo un fruto positivo: mientras luchaban, junto a los soldados estadounidenses e ingleses, los soldados serbios que defendían las primeras líneas usaron el poco tiempo de ocio del que disponían para fabricar las increíbles lámparas de araña que penden del templo, a partir de los materiales que encontraban disponibles: los casquillos usados de las balas, y los restos de bayonetas y cañones que yacían desperdigados por el campo de batalla.
Hasta el sol de hoy, son éstas las lámparas que iluminan los frescos de la pequeña iglesia.