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¿Religión y medicina de la mano?

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Igor Precinoti - Vanderlei de Lima - publicado el 31/01/17
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Diversos estudios están demostrando que los pacientes religiosos presentan resultados diferentes en sus enfermedadesDurante milenios, en todos los pueblos de la humanidad, la historia de la medicina se confundía con la historia de la religión. En las tribus primitivas, los curanderos también eran líderes espirituales (chamanes, payés, etc.) y las enfermedades se asociaban a castigos divinos.

Con la evolución de la ciencia médica, los hombres entendieron que las enfermedades no eran causadas por “dioses rebeldes”, o por otros pecados humanos, entonces los antiguos sacerdotes perdieron sus puestos de curanderos y el cuidado de los enfermos empezó a realizarse por los médicos.

Sin embargo, incluso con esa separación, el matrimonio entre la medicina y la fe siguió existiendo: los primeros hospitales de Occidente, por ejemplo, fueron construidos por organizaciones o por órdenes religiosas y durante la Edad Media, sobre todo, los médicos, con frecuencia, eran miembros del clero.

En Brasil, en la época en la que el sistema de salud público no garantizaba el acceso a la atención médica a todos los ciudadanos, las “Santas Casas”, hospitales creados y mantenidos por la Iglesia, ofrecían cuidados médicos a aquellos que no tenían posibilidad de pagar por su tratamiento y eran excluidos del sistema de salud pública.

Mientras tanto, con el avance de la ciencia y las tecnologías, la medicina se transformó, el mecanismo de las enfermedades y las infecciones fueron comprendidas mejor, nuevos medicamentos desarrollados y las técnicas quirúrgicas se perfeccionaron. Enfermedades antes incurables empezaron a tratarse, cirugías antes imposibles se volvieron cotidianas, el individuo que, en el pasado, moría a los 60 años hoy sobrepasa los 80.

Con esta rápida evolución en el área de salud, el matrimonio entre medicina y religión parecía haber llegado a su fin: los médicos, en un número considerable, comenzaron a ignorar las convicciones religiosas de los pacientes, las administraciones de los hospitales y las Santas Casas pasaron a la sociedad laica, la religión dejó de tener un papel primario en el proceso de enfermedades o de tratamiento de los enfermos.

La Iglesia, sabia y complaciente, no se rebeló por tener un papel secundario en este complejo arte de curar. Asumió su lugar de proveedora de consuelo emocional y espiritual a los pacientes, dejando el tratamiento específico de las enfermedades a la ciencia, esperando que ésta siempre respete la ley natural moral.

Sin embargo, diversos estudios están demostrando que los pacientes religiosos presentan resultados diferentes en sus enfermedades como hospitalizaciones más cortas, menor consumo de analgésicos y menos incidencia en algunas enfermedades.

Fueron tantas las publicaciones que, en 2012, los investigadores de la Duke University Medical Center, en Estados Unidos, realizaron una encuesta y observaron que el número de estudios y publicaciones relacionando salud y religiosidad se multiplicaban anualmente y observaron cuestiones interesantes como menores índices de depresión, suicidio y abusos de sustancias como el alcohol y las drogas entre personas de fe.

Solamente estos datos ya serían lo suficientemente importantes, pero los estudios fueron más allá: demostraron que la religiosidad influenció positivamente en el desenlace de enfermeddes orgánicas como enfermedades cardiacas: personas religiosas son menos propensas a tener enfermedades coronarias (infanto) y cuando sucede, presentan menos secuelas tras el infarto.

Hipertensión: estudios demostraron que personas religiosas tienen niveles menos de presión arterial y riesgo menor de tener un accidente vascular cerebral (AVC o derrame). Estudios también comprobaron que los individuos más religiosos tenían menos posibilidad de desarrollar cáncer, o cuando la desarrollaban poseían mejores condiciones de curación.

La lista continúa, con resultados positivos observados en los casos de enfermedades endocrinólogas, inmunológicas y hasta en el Alzheimer, pues estos estudios subrayan que la Iglesia pronto dejará de ser secundaria para volver a ser protagonista en esta pieza importante de la vida humana. Parece que el matrimonio entre medicina y fe está en vías de reanudación, después del divorcio cientificista (sólo la ciencia tiene respuestas para todo).

Con todo esto, quien se beneficia somos todos nosotros seres psicosomáticos, es decir, compuestos de cuerpo (soma) y alma (psique), merecedores de cuidado y atención.

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