Entiende lo que sucede en el cerebro de un niño cuando juegaUn niño no nace para quedarse quieto, para no tocar las cosas, ser paciente o entretenerse. Un niño no nace para estar sentado a ver la televisión o jugar con la tablet. Un niño no quiere estar quieto todo el tiempo.
Los niños necesitan moverse, navegar, buscar noticias, crear aventuras y descubrir el mundo a su alrededor. Están aprendiendo, son esponjas, jugadores natos, cazadores de tesoros.
Ellos son libres, almas puras que buscan volar, no hacerse a un lado. No los hagamos esclavos de la vida adulta, de la prisa y la falta de imaginación de los más grandes.
No los apresuremos a nuestro mundo de desencanto. Impulsemos su sentimiento de maravilla, garantizándoles una vida emocional, social y cognitiva rica de contenido, perfume de flores, expresión sensorial, felicidad y conocimiento.
¿Qué sucede en el cerebro de un niño cuando juega?
Los beneficios de los juegos para los niños están presentes a todos los niveles (fisiológicos-emocionales, de comportamiento y cognitivos), eso no es un misterio. En realidad, podemos hablar de múltiples repercusiones:
Regula el humor y la ansiedad.
Promueve la atención, el aprendizaje y la memoria.
Reduce el estrés, favoreciendo la calma neuronal, el bienestar y la felicidad.
Amplía su motivación física, gracias a la cual los músculos reaccionan impulsándolos a jugar.
Todo eso promueve un estado óptimo de imaginación y creatividad, ayudándolos a apreciar la fantasía de lo que los rodea.
La sociedad ha alimentado la híper paternidad, que es la obsesión de los padres para que sus hijos tengan habilidades específicas para asegurar una buena profesión en el futuro.
Olvidamos, como sociedad y como educadores, que el valor de los niños no está definido por una nota en la escuela y que con los esfuerzos para priorizar los resultados, descuidamos las habilidades para la vida.
“El valor de nuestros niños es que desde pequeños necesitan que los amemos de forma independiente, ellos no son definidos por sus realizaciones o fracasos, sino por ser ellos mismos, únicos por naturaleza. Cuando somos niños, no somos responsables por aquello que recibimos en la infancia, no obstante, cuando somos adultos, somos completamente responsables por corregirlo”.
Simplificar la infancia, educar bien
Decimos siempre que cada persona es única, pero tenemos eso poco interiorizado. Esto se refleja en un hecho simple: establecer un conjunto de reglas para educar a todos nuestros hijos.
En realidad, este es un error generalizado que no es del todo coherente con lo que creemos tener claro (que cada persona es única). Por lo tanto, no es de admirar que la confluencia de nuestras creencias y acciones resulten confusas en el niño.
Por otro lado, como afirma Kim Payne, profesor y consejero estadounidense, estamos criando a nuestros niños con un exceso de cuatro pilares:
Mucha información.
Muchas cosas.
Muchas opciones.
Mucha velocidad.
Les impedimos explorar, reflexionar o aliviar las tensiones que acompañan la vida cotidiana. Les llenamos de tecnología, juguetes y actividades escolares y extracurriculares, distorsionamos la infancia y, lo que es peor, les impedimos jugar y desarrollarse.
Hoy en día los niños pasan menos tiempo al aire libre que las personas que están en la cárcel. ¿Por qué? Porque las mantenemos “entretenidas y ocupadas” con otras actividades que creemos que son más necesarias, intentando hacer que se mantengan inmaculadas y sin manchas en la ropa. Esto es intolerable y, sobre todo, extremadamente preocupante.
Consideremos algunas razones por las que debemos cambiar eso…
La excesiva higiene aumenta la probabilidad de que los niños desarrollen alegrias, como muestra un estudio del Hospital de Gotemburgo en Suecia.
No les permitimos disfrutar del aire libre, lo cual es una tortura que limita su desarrollo potencial creativo.
Mantenerlos “agarrados” al celular, tablet, computadora o televisión es altamente perjudicial para su nivel fisiológico, emocional, cognitivo y de comportamiento.
Podríamos continuar, pero en este momento la mayoría de nosotros ha encontrado ya innumerables razones por las cuales está destruyendo la magia de la infancia. Como dijo el educador Francesco Tonucci:
“La experiencia de los niños debería ser el alimento de la escuela: su vida, sus sorpresas y descubrimientos. Mi profesor nos hacía siempre vaciar las mochilas en el salón porque estaban llenas de testigos del mundo exterior: bichos, cuerdas, cartas… Bien, hoy se debe hacer lo opuesto, pedir a los niños que muestren lo que cargan en sus mochilas. De esta forma, la escuela se abrirá a la vida, recibiendo a los niños con sus conocimientos y trabajando alrededor de ellos”.
Esta ciertamente es una manera mucho más saludable de trabajar con ellos, educarlos y asegurar su éxito. Si olvidamos eso en algún momento, tenemos que tener bien presente lo siguiente: “Si los niños no necesitan de un baño urgente, no jugaron lo suficiente”. Esta es una premisa fundamental de una buena educación.