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Tercer domingo de san José: Entra en su cálido hogar

Salvador Aragonés - publicado el 12/02/17

Sigue los siete domingos de San José, una antigua tradición de la IglesiaDespués del nacimiento de Jesús, José se afanó en buscar una casa o una habitación para su familia donde vivir de modo normal y estable. Y a esto debió dedicarse los siguientes días, además de procurar el sustento familiar. María, que quería muchísimo a su esposo, tenía una confianza enorme en que José solucionaría los problemas familiares, con la ayuda de Dios.

A los ocho días del nacimiento del Niño le circuncidaron (Lc, 2, 21) y le pusieron por nombre Jesús, según le había anunciado el ángel en sueños a José (“y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” Mt, 1, 21).

De este modo es como José vio derramar la primera gota de sangre del Redentor y tuvo pena por él, le dio un salto su corazón. Su dolor cambió en gozo cuando le pusieron por nombre Jesús, como el ángel le había anunciado.

¿Cómo vivió José las primeras semanas después del nacimiento? A pesar de lo que había visto y oído de Jesús en ocasión de su nacimiento(los pastores, los Reyes Magos…), no esperó José a que los ángeles o el mismo Dios le vinieran a resolver los problemas. Acentuó su iniciativa personal, y confiando en Dios.

Aprendió que para seguir a Dios no es necesario hacer cosas extraordinarias, ni esperar que las soluciones a los obstáculos bajen del cielo. A Dios rogando y con el mazo dando, dice el refrán.

El Evangelio nos presenta a José de Nazaret como un hombre del pueblo, con la cabeza muy bien amueblada y nada atolondrado. Si había que hacer una cosa la hacía sin remilgos, aunque tal vez no lo entendiera, como el viaje a Belén, o la huida a Egipto.

Hacía una cosa y después otra, sin dejar nada al azar porque era perfecto conocedor de la vocación o misión que Dios le había encomendado.

Es seguro que José era un hombre amable, cariñoso, servicial. Se había enamorado de María profundamente, con la delicadeza de quien conoce bien la naturaleza y la idiosincrasia femenina, al tiempo que recibía con agradecimiento y de corazón los detalles de amor que le preparaba su esposa.

Estos detalles pueden encontrarse en cualquier pequeñez de la vida diaria, desde una sonrisa, una mirada cariñosa, comprender que el esposo/a tiene sed, perdonar, ayudar al descanso tras un día de fatiga…O sea, vivir para el otro.

María de Nazaret amaba tanto a su esposo que vivía para él, con muchos detalles diarios para agradarle, compartiendo sus penas y viviendo con gran gozo sus alegrías. La familia de Nazaret era una familia alegre. ¿Podía ser de otra manera?

Nosotros vamos entrando despacito en este hogar que forman Jesús, María y José y comprenderemos muchas cosas de la vida de familia, y pediremos a José que nos deje jugar un poquito con el Niño.

Oración

Después de hacer la señal de la Cruz rezamos la oración a san José:  

A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.

Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades. 

Protege, oh providentísimo Custodio de la divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios. Asístenos propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad.

Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza.  

Amén.

Después pedimos las gracias para este domingo confiadamente, porque el santo patriarca es muy generoso y rezamos un Padrenuestro por las intenciones del Papa.

Y terminamos: San José ruega por nosotros; ruega por mí.

 

 

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