La destrucción de las familias y de los pueblos comienza con los pequeños celos y envidias, hay que parar desde el principio los resentimientos que borran la hermandad. Lo dijo el papa Francisco en Casa Santa Marta.
El Papa dedicó su homilía a la lectura, tomada del Génesis, que habla de Caín y Abel.
Por primera vez en la Biblia "se dice la palabra hermano". Es la historia "de una hermandad que tenía que crecer, ser hermosa, y acaba destruida".
Una historia – observa el Papa – que empieza "con unos pequeños celos": Caín está irritado porque su sacrificio no fue agradable a Dios, y empieza a cultivar ese sentimiento dentro de sí. Podría controlarlo pero no lo hace.
"Y Caín prefirió el instinto, prefirió cocinar dentro de sí este sentimiento, engrandecerlo, dejarlo crecer. Este pecado que hará después, que está agazapado detrás del sentimiento.
Y crece. Crece. Así crecen las enemistades entre nosotros: comienzan con una cosa pequeña, unos celos, una envidia y después esto crece y vemos la vida sólo desde ese punto, y esa pajita se convierte para nosotros en una viga, la viga la tenemos nosotros, está allí.
Y nuestra vida gira en torno a eso y destruye el vínculo de fraternidad, destruye la fraternidad".
El resentimiento no es cristiano
Poco a poco uno se siente "obsesionado, perseguido" por ese mal, que crece cada vez más.
"Y así crece, crece la enemistad y acaba mal. Siempre. Yo me alejo de mi hermano, este ya no es mi hermano, este es un enemigo, este tiene que ser destruido, eliminado … y así se destruye la gente, así las enemistades destruyen las familias, los pueblos, ¡todo!
Ese roerse en hígado, siempre obsesionado con eso. Esto le pasó a Caín, y al final mató a su hermano".
"No: no hay hermano. Estoy solo yo. No hay hermandad. Estoy solo yo. Esto que sucedió al principio, nos pasa a todos nosotros, existe la posibilidad.
Este proceso hay que pararlo en seguida, al principio, a la primera amargura, pararlo.
La amargura no es cristiana. El dolor sí, la amargura no. El resentimiento no es cristiano. El dolor sí, el resentimiento no. Cuántas enemistades, cuantas rupturas".
La sangre de tanta gente en el mundo grita a Dios desde el suelo
En la Misa en Santa Marta hay algunos nuevos párrocos, y el Papa dice:
"También en nuestros presbíteros, entre nuestros obispos: cuántas rupturas comienzan así. ¿Por qué a este le dan esta sede y a mí no? ¿Y por qué esto? Y … cosas pequeñas … rupturas … Se destruye la fraternidad".
Y Dios pregunta: "¿Dónde está Abel, tu hermano?". La respuesta de Caín "es irónica": "No lo sé: ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?".
"Sí, tú eres el guardián de tu hermano". Y el Señor dice: "La voz de la sangre de tu hermano me grita desde el suelo".
Cada uno de nosotros –afirma el Papa, y él también se añade- puede decir que no ha matado nunca a nadie:
Pero "si tienes un sentimiento malo hacia tu hermano, lo has matado; si insultas a tu hermano, lo has matado en tu corazón. La muerte es un proceso que empieza desde lo pequeño".
Así, sabemos "dónde están los que sufren los bombardeos" o "que son expulsados", pero "estos no son hermanos".
"Y cuántos poderosos de la Tierra pueden decir esto … ‘A mí me interesa este territorio, a mí me interesa este trozo de tierra, este otro … si la bomba cae y mata a 200 niños, no es culpa mía: es culpa de la bomba. A mí me interesa el territorio …’.
Y todo empieza con ese sentimiento que te lleva a alejarte, a decir al otro: ‘Este es fulano, este es así, pero no es mi hermano …’, y acaba en la guerra que mata. Pero tú mataste al principio.
Este es el proceso de la sangre, y hoy la sangre de mucha gente en el mundo grita a Dios desde el suelo. Está todo unido, ¿eh?
Esa sangre allí – quizás una pequeña gota – que hice salir yo con mi envidia, mis celos, cuando destruí la fraternidad".
Una lengua que destruye al otro
Que el Señor – es la oración final del Papa - hoy nos ayude a repetir esta pregunta suya: "¿Dónde está tu hermano?", que nos ayude a pensar en los que "destruimos con la lengua" y "en todos los que en el mundo son tratados como cosas y no como hermanos, porque es más importante un trozo de tierra que el vínculo de la fraternidad".