Ni demasiado espesa como para que aquellos que no están acostumbrados a ver películas de festivales la disfruten sin problemas, ni demasiado fácil como para que le vetarán en Berlín donde recibió el premio del públicoA veces las cosas pasan sin que nos demos cuenta. Estas suelen ser las más peligrosas. En Sudáfrica, ya saben, ese remoto país en el cuerno de África nos quedamos con el apartheid, una palabra que cuando alguien la menciona recuerda que Sudáfrica existe y, bueno también, Mandela. Pero creo que no somos lo suficientemente conscientes de la traumática historia sudafricana y la singularidad de un país que parece occidental a pesar de estar a un puñado de miles de kilómetros del Polo Sur.
Guardián y verdugo ahonda en una de esas cuestiones de las que ningún país querría hablar. El film de Oliver Schmitz nos cuenta una historia real que tuvo lugar en 1987 en Pretoria, una de las ciudades más importantes de Sudáfrica. Allí, un joven guardia de una prisión de máxima seguridad, cuando iba de camino a casa, acribilló a tiros a siete personas.
El juicio fue de los más mediáticos del momento sobre todo porque en la forma y en el contenido, se convirtió en un encendido alegato en contra de la pena de muerte. Resulta que el joven guardia solo tenía 17 años y había trabajado en el corredor de la muerte donde aquel año habían ejecutaron a 164 personas lo que terminó traumatizándolo.
Visto desde una óptica ética o moral la posición del film de Schmitz está claro, la pena de muerte es una barbarie. Especialmente crudas son las imágenes en las que contemplamos hasta el más mínimo detalle cómo se conducía a una persona hasta su muerte poniéndole una soga al cuello. Guardián y verdugo no escatima en detalles. No es gore lo que vemos pero son imágenes muy duras no aptas para todas las sensibilidades.
El film además, aunque sin poner demasiado acento, sí que al menos trata de ser moderadamente honesto ofreciendo, insisto, aunque sea de pasada, los pros y los contras de un debate que al menos invita a cierta reflexión si estamos, eso sí, dispuestos a hablar sobre la pena de muerte…
Por otro lado, y desde un punto estrictamente cinematográfico la película se deja ver muy bien. De hecho, se ve con tanta facilidad y ligereza que resulta hasta sospechosa. Es decir, todo es demasiado explícito y claro. No hay lugar para la interpretación porque la película es la que es, está cerrada y no vale la pena buscar donde no hay. Guardián y verdugo es una película correcta, ni demasiado espesa como para que aquellos que no están acostumbrados a ver largometrajes de festivales la disfruten sin problemas, ni demasiado fácil como para que le vetarán su entrada al festival de Berlín donde recibió el premio del público.
La gran baza de Guardián y verdugo es el crudo relato que expone de un acontecimiento que, a buen seguro, pocos conocíamos. La buena noticia es que al final la pena capital terminó aboliéndose en Sudáfrica.