Los pobladores de Monguí tienen una rica tradición que provine desde hace décadas Los hay de todos los colores y tamaños. Quien la visite por primera vez se topará con balones en un sinfín de lugares que van desde los balcones, pasando por las puertas, calles y hasta en estatuas.
Es que la localidad de Monguí, en el departamento colombiano de Boyacá, parece verdaderamente una ciudad de niños, donde los balones forman parte de su identidad, además de la hospitalidad de sus habitantes.
El pueblo tiene unas 20 fábricas de balones, principalmente de fútbol y minifúbol, de las que dependen casi un cuarto de sus 5.000 habitantes, destaca un reportaje de El Espectador.
Para ello incidió el trabajo de un originario del lugar en el año 1930 (año en que se jugó el primer Mundial de Fútbol organizado por la FIFA y que consagró campeón a Uruguay en su país) encargado de importar la técnica de cosido a mano de pelotas desde Brasil.
Así lo recuerda Édgar Ladino, fundador del Museo del Balón de Monguí, pues se trataba precisamente de su tío Froilán, quien en aquel tiempo empezó a darse a la tarea de curtir el cuero, conseguir la vejiga para los balones y desarrollar la técnica de elaboración.
Con el transcurso de los años la manera de fabricarlos fue cambiando, tal cual cuenta una pareja de locales que cose balones a manos utilizando dos agujas para unir las piezas.
“El balón cosido, esté lloviendo, en cualquier clima no se despega”, dice a AFP –reproduce El Espectador- Vitalina Mesa, la mujer que forma parte de este matrimonio y que se encarga de producir balones de manera más artesanal.
En cuanto a las fábricas, que en un mes pueden hacer 2.000 balones, se utilizan otros materiales como caucho, moldes, etcétera y de alguna manera también representan un ejemplo de cómo la actividad –que ha menguado un poco en comparación al inicio- sigue siendo para muchos la manera de ganarse la vida.
Video publicado en 2016 por Fantastic World by Angelo
Actualmente, en la ciudad se respira fútbol, pero más bien por lo pintoresco de los balones por todos lados, pues sus habitantes son más propensos a otras actividades recreativas como el billar o el tejo.
Todo esto ha provocado que Monguí se haya transformado en un lugar atractivo para cualquier visitante, además de haber sido declarado un bien de interés cultural de carácter nacional.
Pero Monguí también es un lugar tranquilo, silencioso –quizás solo un aspecto contradictorio con aquello de que se parece a una ciudad de niños- y encierra otras curiosidades.
Uno de los lugares de mayor destaque, en este pueblo hecho para revivir la historia y tradiciones coloniales, es la Basílica Menor de Nuestra Señora de Monguí, que data del siglo XVII, cuya construcción tardó 100 años. En los últimos años fue restaurada.
También se destacan otros lugares como el convento de los franciscanos y la capilla de San Antonio de Padua.
Así pues, además del rico patrimonio de esta ciudad, la pelota de momento tiene mucho terreno fértil para seguir rodando en Monguí, mientras sus habitantes sigan volcando lo mejor de sí para fortalecer una antigua tradición que toca el corazón de un pueblo amable y tranquilo.