Este comportamiento es bastante habitual y suele desaparecer a los 6 años.En un artículo anterior comentaba que el aprendizaje del control de esfínteres lleva al niño a un gran descubrimiento: sus genitales. Se posibilitará, así, el conocimiento de su propio cuerpo y las diferencias con el otro sexo.
La manipulación esporádica de los genitales a esta edad, de 3 a 5 años, es bastante habitual y suele desaparecer a los 6 años para reaparecer de nuevo en la pubertad.
Cuando el juego con los genitales se realiza con demasiada frecuencia y/o se prolonga más allá de los 6 años, es importante que los padres se ocupen de esta cuestión porque, a veces, es síntoma de que el niño está sufriendo angustias o tensiones que relaja de esa manera.
Si no se presta atención a la petición de ayuda que el niño nos demanda, puede afianzarse la conducta de tal forma que se haga compulsiva.En algunos casos, los más graves, los niños son incapaces de centrarse en una simple tarea escolar, lo que hace que su rendimiento se resienta.
Cuando esto ocurre, los pequeños se masturban tanto en casa como en la escuela. Incluso lo hacen en público, cuando la actividad que se está realizando le supera o no le parece lo suficientemente interesante como para centrar su atención en ella y salir de sí mismo y de su aislamiento.
¿Qué es lo que lleva a un niño a masturbarse de una forma compulsiva? Las causas pueden ser múltiples, desde las más sencillas a las más preocupantes y dolorosas:
- La falta de higiene.
- La inseguridad.
- La falta de estimulación externa, ese niño al que no se le ofrecen actividades, juegos o amigos con los que distraerse, descargar energía y abrirse al otro.
- El fracaso escolar.
- Las excesivas caricias de los adultos, sobre todo cuando éstas están localizadas en partes de su cuerpo que le excitan.
- La desatención afectiva de los padres que le lleve a refugiarse en sí mismo y en su propio cuerpo.
- Haber sido víctima de abusos sexuales.
Por lo tanto el objeto de nuestra preocupación no debe ser la manipulación de los genitales, sino las causas que la motivan, y las consecuencias que ésta conlleva, como el aislamiento, el debilitamiento de la voluntad, el no afrontar las situaciones desagradables (aburrimiento, nerviosismo, etc…), el bajo rendimiento escolar, el sentirse humillado o etiquetado por parte de los compañeros de clase, el ver el sexo como algo sucio y feo, debido a algún comentario que le hagan…
Por eso, cuando el niño se toca excesivamente los genitales o tiene más de 6 años y lo sigue haciendo, no es conveniente reñir, culpabilizar o amenazarle. Generalmente aumentaría su tensión y reforzaría su comportamiento. Los padres tienen que reflexionar sobre cuáles pueden ser las posibles causas e intentar modificarlas.
Si han hecho esto y no consiguen que su hijo deje de hacerlo, es conveniente acudir a un psicólogo, que tenga una visión integradora de la sexualidad, que les ayude a discernir y a marcar una serie de pautas para que el niño supere la situación que le provoca esta conducta.
Con estos argumentos se le debe enfocar al niño la visita al especialista, sin nombrarle la manipulación de los genitales, ni entrar en valoraciones morales con él. Así no reforzaremos un comportamiento que, al fin y al cabo, es lo de menos, es sólo un síntoma, una señal, una petición de ayuda.
En muchas ocasiones los especialistas (pediatras o psicólogos infantiles), cuando unos padres comentan que hacer con su hijo en esta situación, le aconsejan que no le hagan caso, que no se preocupen, que es algo natural de la edad y con el tiempo ya se les pasará. Esto no es cierto, no se pasa con la edad, todo lo contrario, si no se hace nada al respecto, se fija la conducta y luego es muy difícil de erradicar, provocando muchos problemas, como hemos visto anteriormente.
Nota: Artículo escrito por Lourdes Illán Ortega, publicado en la Revista “Ciutat Nova”. Febrero – Marzo 2.005 Año XVII. Num. 97.