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El san José del arte… ¿no es el de los evangelios?

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Daniel Esparza - publicado el 25/03/17
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Las fuentes por las que sabemos cómo lucía el esposo de la Virgen, curiosamente, no son canónicasEl Patrón de la Iglesia Universal es apenas mencionado en los Evangelios. De hecho, Juan y Marcos no lo mencionan en absoluto, y Lucas sólo se refiere a San José dos veces -una vez en la genealogía de Jesús, para establecer su pertenencia a la línea de sangre de David, y una vez en el relato sobre el nacimiento de Jesús-. Se podría pensar, por tanto, que las fuentes de las que la tradición ha obtenido su inspiración -e información- para representarlo artísticamente se reducen, exclusivamente, al Evangelio de Mateo. Pero no es así.

Junto con el de Mateo, el protoevangelio apócrifo de Santiago, escrito en el siglo II, uno de los muchos falsamente atribuidos a los primeros escritores cristianos, leído e incluso citado por algunos primeros autores cristianos, era muy popular, hasta que algunas listas de obras canónicas del Nuevo Testamento lo dejaron definitivamente fuera, al hacer caso omiso de aquellos textos que no podían ser considerados como auténticos, tanto en términos de autoría como de doctrina. Pero su influencia resistió en la iconografía cristiana.

La iconografía, definida por el Instituto Warburg, fundada por Aby Warburg, Fritz Saxl y Erwin Panofski, los grandes historiadores del arte de finales del siglo XIX y principios del XX, es una rama de la historia del arte encargada de estudiar la identificación, descripción e interpretación del contenido de las imágenes.

Un enfoque iconográfico en nuestra representación artística tradicional de San José implicaría, entonces, echar un vistazo a este Protoevangelium apócrifo. Sorprendentemente, ahí es donde encontramos la fuente de nuestra representación de José, por ejemplo, llevar una vara con flores florecientes, o ser mucho más anciano que María:

“María permaneció en el templo del Señor, nutriéndose como una paloma, y recibía su alimento de manos de un ángel. Y, cuando llegó a la edad de doce años, los sacerdotes se congregaron, y dijeron: He aquí que María ha llegado a la edad de doce años en el templo del Señor. ¿Qué medida tomaremos con ella, para que no mancille el santuario? Y dijeron al Gran Sacerdote: Tú, que estás encargado del altar, entra y ruega por María, y hagamos lo que te revele el Señor.

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Y el Gran Sacerdote, poniéndose su traje de doce campanillas, entró en el Santo de los Santos, y rogó por María. Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciéndole: Zacarías, Zacarías, sal y reúne a todos los viudos del pueblo, y que éstos vengan cada cual con una vara, y aquel a quien el Señor envíe un prodigio, de aquel será María la esposa. Y los heraldos salieron, y recorrieron todo el país de Judea, y la trompeta del Señor resonó, y todos los viudos acudieron a su llamada.

Y José, abandonando sus herramientas, salió para juntarse a los demás viudos, y, todos congregados, fueron a encontrar al Gran Sacerdote. Este tomó las varas de cada cual, penetró en el templo, y oró. Y, cuando hubo terminado su plegaria, volvió a tomar las varas, salió, se las devolvió a sus dueños respectivos, y no notó en ellas prodigio alguno. Y José tomó la última, y he aquí que una paloma salió de ella, y voló sobre la cabeza del viudo. Y el Gran Sacerdote dijo a José: Tú eres el designado por la suerte, para tomar bajo tu guarda a la Virgen del Señor.

Mas José se negaba a ello, diciendo: Soy viejo, y tengo hijos, al paso que ella es una niña. No quisiera servir de irrisión a los hijos de Israel. Y el Gran Sacerdote respondió a José: Teme al Señor tu Dios, y recuerda lo que hizo con Dathan, Abiron y Coré, y cómo, entreabierta la tierra, los sumió en sus entrañas, a causa de su desobediencia. Teme, José, que no ocurra lo mismo en tu casa.

Y José, lleno de temor, recibió a María bajo su guarda, diciéndole: He aquí que te he recibido del templo del Señor, y que te dejo en mi hogar. Ahora voy a trabajar en mis construcciones, y después volveré cerca de ti. Entretanto, el Señor te protegerá.

Curiosamente, incluso después de que finalmente se definiera el canon del Nuevo Testamento -al menos en el cristianismo de Europa Occidental-, esta leyenda todavía era bien conocida, ya que fue compilada en la Leyenda de Oro de Jacobus De Voragine, una colección de hagiografías originalmente titulada Legenda Sanctorum. Un bestseller medieval: hay miles de ejemplares todavía conservados, compilados a mediados del siglo XIII, junto a los de San Jorge y el Dragón y San Cristóbal.

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Algunos otros detalles añadidos a la legendaria vara de San José afirman que algunas flores brotarán de ella: específicamente, los lirios, como son -por su color- el símbolo de la pureza y, por tanto, de la virginidad. En algunas imágenes de San Antonio de Padua, San José se ve manejándolo su propio bastón, es decir, la pureza de San Antonio.

Pero aunque San José es representado como un anciano – encorvado, con escaso cabello gris- en el arte cristiano y medieval primitivo, en el siglo XVI podemos encontrar imágenes más juveniles del Patriarca Glorioso, particularmente debido a la influencia de Johannes Molanus, el influyente teólogo flamenco, que fue el Rector de la Universidad de Lovaina en el siglo XVI-: su tratado De Historia SS. Imaginum fue uno de los textos más importantes que los artistas durante la Contrarreforma estudiarían antes de trabajar en sus telas.

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