“Porque en realidad somos imperdonables, por eso nos resulta tan difícil pedir perdón a nuestras víctimas”. Frente a los casos de pedofilia y abusos sexuales que enturbian la Iglesia, la oración es imprescindible. No hay que olvidarla, al igual que las necesarias medidas temporales que convenga aplicar.Nota de la redacción: esta oración, que nos fue confiada bajo la confianza del secreto, pretende traducir fielmente los estados de ánimo de un hombre de Dios que ha puesto humildemente en las manos del Señor una cuestión que supera el entendimiento. Con lucidez, confianza y esperanza.
Dios, Padre nuestro,
desde las profundidades del engaño en el que hemos caído, ¡gritamos hacia Ti!
No nos abandones, a nosotros, tu clero, en esta prueba.
Te rezamos por ello, dinos cómo podríamos ser perdonados
y recuperar la paz de corazón, la confianza del mundo.
No osamos pedir perdón a todas las personas humildes, a todos los niños,
tus bienamados niños, que demasiado a menudo han sido indignados
por nuestra debilidad ante las tentaciones del poder, del dinero y del sexo.
¡Y decir que Tú nos has consagrado para guiarles y santificarles!
No nos atrevemos a pedir perdón al rebaño que Tú nos has confiado
para que les eleváramos hacia lo que es bello, lo que es bueno y lo que es cierto,
sí los hemos entregado a las manos perversas de lobos raptores,
cuando no éramos nosotros mismos quienes despertábamos lo peor.
No osamos pedir perdón a nuestras víctimas.
Y no solamente a los niños, sino también a los innumerables adultos
que han sido manipulados espiritualmente, ¡en tu Nombre!,
para saciar hasta las más abyectas concupiscencias.
Señor, Tú que eres tres veces Santo, ¿puedes comprenderlo?
Después de haber abusado o traicionado encomendándonos a Ti,
de estos hombres y mujeres de buena voluntad que depositaban su confianza en nosotros,
¿qué credibilidad tendríamos si les pidiéramos perdón?
Sí, Padre Santísimo, en lugar de servir a los fieles de Tu Iglesia,
nos comportamos con ellos como los dignatarios de un partido
que buscan mantenerse en el poder a toda costa
y que, cueste lo que cueste, se protegen entre ellos.
Así pues, Señor, Dios de mi salvación, entiendes nuestro problema:
porque en realidad somos imperdonables,
por eso nos resulta tan difícil pedir perdón a nuestras víctimas.
Pero, Dios de Misericordia, Tú nos has prometido que nos perdonarías
como nosotros mismos perdonamos a los que nos hicieron mal.
Piedad, Señor, Padre de bondad infinita:
¿A quién acudiríamos para encontrar perdón y paz
sino a Ti, que enviaste el Espíritu Santo para la absolución de los pecados?
Confío, Señor, confío, en que solo junto a Ti se encuentra nuestra redención.
Cierto es, Padre, que ya no merecemos ser llamados Tus ministros,
pero por Jesús, Tu Hijo, Salvador nuestro, te rogamos escuches nuestra súplica:
Por Él, que venció definitivamente al pecado: ¡sálvanos!
Por Él, que anunció el evangelio: ¡conviértenos!
Por Él, que reconcilió a la humanidad contigo: ¡perdónanos!
Por Él, que nos mandó servir en tu Nombre:
Haz que nuestra conversión traiga un fruto digno de nuestro arrepentimiento.
Que así sea.