A modo de aviso, una reflexión sobre lo que podemos llegar a ser o vivir si dejamos que la tecnología se convierta en un fin en sí misma
“El espejo negro (traducción del título de la serie, “Black Mirror”) puedes encontrarlo hoy en cada pared, en cada escritorio, en la palma de cada mano. La fría y resplandeciente pantalla de un televisor, un monitor de ordenador, un tablet, un smartphone…”
(Charlie Brooker, creador y guionista de “Black Mirror”)
Pocas series han golpeado con tan inusitada fuerza la conciencia del momento en que vivimos. un momento en que la tecnología se ha imbricado en nuestras vidas hasta extremos que eran inimaginables hace no décadas ni lustros sino apenas unos pocos años.
Por poner las cosas en sus justos términos, recordemos que el primer iPhone salió a la venta en el año 2007, cuatro años antes de que se estrenase el primer capítulo de esta inquietante serie británica, pero ya su creador y guionista fue capaz en tan corto espacio de tiempo de evolucionar algunos de los comportamientos que ya llevamos década asimilando en relación con los medios de comunicación, especialmente la televisión, pero también de anticipar otros que veríamos surgir de la mano de las redes sociales, el almacenamiento en la Nube de nuestros recuerdos en forma de fotos y vídeos o la evolución en las campañas electorales y en los perfiles de los posibles representantes públicos.
“Black Mirror” nos devuelve oscurecido y a modo de aviso un reflejo sobre lo que podemos llegar a ser o vivir si dejamos que la tecnología se convierta en un fin y no en un medio, pero tampoco se trata de fábulas moralizantes sino en todo caso de reflexiones sobre hipótesis futuribles, aunque lo realmente espeluznante sea pensar que somos nosotros quienes ya hemos alcanzado ese futuro.
A diferencia de otras series estructuradas como antología, en las que cada capítulo muestra una historia completamente diferente, a pesar de dudas iniciales Brooker y el equipo creativo se decantaron por no establecer vínculos entre los distintos episodios, ni con un presentador común (estilo “Alfred Hitchcock presenta”) ni repitiendo actores aunque sea en personajes,épocas o circunstancias diferentes (como en “American Horror Story”).
Se optó, acertadamente, por proponer en cada temporada tres capítulos completamente independientes, que ni siquiera necesariamente compartirían un universo o metarrealidad común, de manera que al centrarse cada uno en un tema distinto hubiese libertad total para afrontarlo sin concesiones.
Esto es también lo que vamos a hacer en las próximas semanas, dedicando un texto específicamente a cada uno de los capítulos para poder prestar la atención que se merece a cada trama y cada tema de los que aborda. Y para entretener la espera hasta la siguiente entrega nada como otra cita del creador de la serie:
“Si la tecnología es una droga, ¿cuáles serían sus efectos secundarios?”
(Charlie Brooker, creador y guionista de “Black Mirror”)