Aunque Méliès se llevó el crédito, Alice Guy lo hizo 5 años antesLos hermanos Lumière son considerados los padres del cine porque en febrero de 1895 patentaron el cinematógrafo y, días después, el 22 de marzo para ser exactos, proyectaron en París la primera película de la historia: La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir (La Salida de los Obreros de la Fábrica de Lumière en Lyon).
Sin embargo, los historiadores concuerdan que estos hermanos se enfocaron más en el lado científico y técnico de poder grabar imágenes que en el lado comercial de poder contar historias.
Se necesitaba entonces de alguien que pensara en planos, guiones, cuentos y efectos especiales que hicieran más atractivas las cintas para el público.
Si bien Georges Méliès pasó a la historia como una de las primeras personas en hacerlo con películas como Viaje a la Luna (1901), que hasta le otorgó el título de “mago del cine”, en realidad fue una mujer, llamada Alice Guy, la que tuvo esa gran visión pionera pero no le fue reconocida hasta hace muy poco.
En 1896 (sí, estamos hablando 5 años antes que Méliès) dirigió La Fée aux Choux (El Hada de los Repollos), la primera película que duró más de un minuto y con una historia ficcionada (a diferencia de la de los Lumière que era 100% documental) que relataba un cuento francés que decía que los niños nacen en repollos y las niñas en rosas. Además, para narrar esa fantasía, se valió del montaje y varios trucos visuales, algo que hoy nos parecería muy normal pero era realmente original en aquella época.
¿Pero cómo llegó Guy al cine y por qué fue condenada al olvido? Ella había estudiado mecanografía y taquigrafía y, gracias a eso, logró conseguir trabajo como secretaria en la compañía Le Comptoir Général de la Photographie en 1894.
Pocos meses después, uno de sus jefes, Léon Gaumont, creó su propia empresa fotográfica y se la llevó con él. Ambos fueron invitados a la proyección de los hermanos Lumière en París y ella enseguida vio el potencial de aquel aparato para narrar historias (quizá por su pasado en el teatro). Su jefe, en cambio, estaba más interesado en el aspecto técnico del cinematógrafo, pero finalmente cedió a crear una división cinematográfica en su empresa en 1897 y le permitió a Alice Guy presidirla, siempre y cuando no influyera con sus labores como secretaria.
Trabajó por años para ellos, grabó cientos de películas (incluyendo La Pasión de Cristo, que es considerada la primera súper producción porque en sus 30 minutos incluyó más de 300 extras y 25 decorados) y luego se casó con un camarógrafo llamado Herbert Blaché y fundó su propia empresa en los Estados Unidos. Lamentablemente, terminaron divorciándose y su compañía se fue a la quiebra junto a sus sueños.
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Muchos aseguran que su éxito no fue reconocido precisamente por su estatus de mujer, sobre todo en una sociedad donde ser cineasta no era “lo que se esperaba” del rol femenino. En la mayoría de los libros quedó como la “diligente secretaria” de Gaumont (algunos hasta la acusaron de ser su amante), quien tampoco nunca contó la historia completa y fue cómplice del silencio.
¿La razón? Muchos aseguran que no quería admitir que el mayor éxito de su empresa se debía a una mujer y, además, era su manera de “vengarse” de Guy por abandonar su compañía e irse a Estados Unidos, país donde él planeaba expandirse y ella se había convertido en su competencia.
Alice Guy dedicó el resto de su vida a recopilar sus películas y a escribir sus memorias para tratar que su nombre fuera reconocido en la historia del cine. Logró ser premiada por el gobierno francés con la Legión de Honor en 1953, pero murió el 24 de marzo de 1964 sin lograr totalmente lo que anhelaba.
Desde hace dos décadas se ha venido haciendo; sin embargo, los libros más famosos no tienen su nombre impreso en sus páginas y en la mayoría de las universidades se sigue hablando de Méliès como el gran pionero (que sí lo fue pero, en todo caso, del género masculino).
Guy fue, sin duda, la creadora del cine como hoy lo entendemos: un espacio fantástico de narración cultural. Además, fue la primera en emplear grabaciones con un gramófono al mismo tiempo que las imágenes y en usar un sinfín de trucos visuales (la doble exposición del negativo, cámara lenta y rápida, entre otros) que con el paso de los años se fueron desarrollando y que actualmente nos hacen disfrutar de historias que nos trasladan en tiempo y espacio.
Como ven, las diferencias de género que hoy se siguen denunciando en Hollywood, datan desde el propio comienzo del cine.