Liberado el sacerdote Óscar López Navarro, de 40 años de edadTampico, en el Estado mexicano de Tamaulipas, era, en tiempos, una ciudad tranquila; un puerto muy importante en el centro del Golfo de México. Sin embargo, a partir de 2008, el narcotráfico empezó a codiciar la plaza, y Tampico se descompuso.
Comenzó la huida de cientos de familias cuyos parientes o seres queridos habían caído en manos de los criminales quienes, para hacerse de dinero y financiar sus actividades, cuando las fuerzas de seguridad les cortaban el suministro o el trasiego de droga, los secuestraban a plena luz del día.
Como en México no existe una ley que congele las cuentas de los secuestrados, el “negocio” de las bandas de narcos era (quizá sigue siendo), un quehacer tranquilo. La impunidad con la que se mueven les garantiza el éxito de sus crímenes. Y también la colusión de algunas autoridades municipales encargadas del “orden”.
Sin embargo, al menos hasta el pasado 28 de marzo, los delincuentes habían, más o menos, respetado a la Iglesia católica y a los sacerdotes de la Diócesis de Tampico. No había pasada de alguna llamada de extorsión o de alguna amenaza velada. Pero esa noche, hicieron saltar los focos rojos de alarma en la Diócesis y en buena parte del territorio nacional.
Presión popular e interés de las autoridades
Cerca de las 22:00 horas del 28 de marzo, cuando regresaba de la parroquia de San José Obrero a la casa de formación de los Misioneros de Cristo Mediador, en un trayecto de 15 kilómetros (en el que fue seguido por los maleantes) fue secuestrado el sacerdote Óscar López Navarro, de 40 años de edad.
Poco tiempo después pidieron el rescate –una suma no determinada— entablando “negociaciones” con el obispo local, José Luis Dibildox, para liberar al padre Óscar. Lo que los secuestradores no tuvieron en cuenta fue el apoyo popular y la repulsa por parte de la sociedad tampiqueña.
De inmediato, a través de redes sociales, los fieles de esta demarcación, junto con miles de católicos en México, establecieron cadenas de oración que incitaron a los criminales a aceptar pronto la liberación del sacerdote misionero. Así, el 30 de marzo, exhausto pero sin daños físico, el sacerdote fue “liberado”.
Sobre la liberación, el obispo de Tampico declaró a la prensa: “No se trata de la cantidad de dinero (pagado por el rescate), sino que en mi opinión, han sido las oraciones de tantas personas, la presión de los medios de comunicación y también el interés de las autoridades lo que ha ayudado a resolver esta situación”.
Tamaulipas es uno de los estados más peligrosos de México. Según fuentes locales, este no es el único caso de violencia contra religiosos que se ha registrado en el Estado. El 2 de julio de 2011, el presbítero Marco Antonio Durán, de 48 años, murió por “una bala perdida” a la altura del pecho.
Ese mismo año, la comunicadora católica del movimiento Scalabriniano de Nuevo Laredo, María Elizabeth Macías Castro, fue secuestrada, asesinada y mutilada. Y hay un sacerdote que servía en la Diócesis de Victoria que se encuentra, hasta la fecha, en calidad de “desaparecido”.