Conoce mejor a la escritora estadounidense con estas 6 lecciones de su vida y sus obras.Este mes pasado se estrenó en la cadena PBS el primer documental sobre Flannery O’Connor, Uncommon Grace: The Life of Flannery O’Connor.
El documental sigue la vida de O’Connor, desde su infancia en la década de 1930, su periodo en el Taller de Escritores de Iowa y su sufrimiento con la enfermedad del lupus hasta su muerte a los 39 años. La escritora parece estar ganando popularidad en estos tiempos y ya hay otro documental en proceso de elaboración: Flannery O’Connor: Acts of Redemption.
Mark Bosco, sacerdote jesuita y documentalista, explica que este próximo metraje “cuenta la historia de esta fantástica escritora sureña católica y su contribución a las artes y las letras estadounidenses (…).
Es la escritora estadounidense de relato corto más antologizada del país, con su historia insignia Un hombre bueno no es fácil de encontrar en los programas educativos de escuelas de todo el país”.
Sin embargo, a pesar de su éxito literario, no se la conoce tanto. Según afirma Bosco, “aun con todo, el legado de O’Connor en la literatura estadounidense sigue siendo minusvalorado en extremo”.
Es sorprendente que estemos hablando del primer largometraje documental sobre ella, ya que la historia de su vida es fascinante, desde su nacimiento en Georgia y su infancia precoz (enseñó a un pollo a andar de espaldas y apareció en los informativos locales) hasta su época como una de las únicas mujeres en la prestigiosa escuela de escritura de la Universidad de Iowa, junto con su larga lucha con la enfermedad. Y el espectador no puede sino quedar impresionado ante la vida de esta mujer que se convirtió en una maestra del relato breve de ficción.
Pensándolo bien, tal vez no sea tan sorprendente, ya que O’Connor siempre contravino los estereotipos. Aunque su escritura es muy apreciada por algunos, muchos otros la malinterpretan y etiquetan de excesivamente oscura y violenta, lo cual lleva a decir al crítico Robert Giroux que “todos reconocieron su poder, pero no la valoraron en su justa medida”. La cineasta Bridge Kurt confía en que su documental cubra ese espacio entre la escritora y el público: “Una vez se conoce el punto de vista de Flannery O’Connor, es mucho más fácil entender sus obras”. Al entender tanto a la mujer como a sus historias, encontramos ejemplos de la frecuencia con que la verdad se oculta tras nuestros prejuicios.
Seguimos luchando con nuestros estereotipos y a menudo pasamos por alto el bien que tenemos ante los ojos. Aunque O’Connor falleció en 1964, su vida y obra siguen ofreciendo un refrescante cambio de perspectiva. Si dedicamos tiempo a conocerla, incluso hoy encontramos inspiración en ella.
Flannery O’Connor nos enseña que…
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Las grandes cosas vienen en pequeñas dosis
Se supone que los escritores “serios” tienen que producir obras maestras de la longitud de una novela. En efecto, O’Connor escribió dos novelas, pero es más conocida por sus relatos breves, como Un hombre bueno no es fácil de encontrar, La gente buena del campo y La persona desplazada. A causa de su lupus, no tenía energía para escribir durante largos periodos de una vez, así que se adaptó y empezó a escribir obras breves. Por aquel entonces, los relatos cortos no eran la forma habitual en que un escritor lograba el elogio de la crítica, pero O’Connor demostró que, al margen de nuestra empresa o nuestras limitaciones, siempre podemos despuntar en calidad.
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Hay que ver más allá del estereotipo
Como Flannery era mujer y tenía un marcado acento sureño, su profesor de universidad leía sus historias en voz alta en vez de ella. Le preocupaba que si las leía ella misma no las tomaran en serio. Durante su carrera, destacó como una escritora que abordaba temas como el racismo, el asesinato y la muerte. Independientemente de la temática, demostró que hay cabida para la reflexión incluso en cuestiones incómodas o que nos desafían a mantener una mente abierta.
Como mujer escritora infravalorada, sabía que a veces la verdad sale de boca de personas que por lo demás parecen faltas de educación o cultura, personas que hablan con acentos peculiares, o en algunos casos por boca de asesinos como el Desequilibrado en Un hombre bueno no es fácil de encontrar. Hoy, seguimos luchando con cuestiones de estratificación social y de clase; tendemos a sobrevalorar un determinado pedigrí educacional y consideramos que las personas que visten bien o viven en ciertas zonas hacen contribuciones más valiosas a nuestra cultura, cuando, de hecho, toda persona puede contribuir de forma enriquecedora si únicamente dedicamos algún tiempo a escucharlas.
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Dios está siempre con nosotros
La religión a menudo se considera monótona y respetable, pero en el mundo de O’Connor es impactante e inesperada, y los caminos de Dios a veces pueden parecer extraños y derrochadores. Fue una mujer católica y aun así su escritura está repleta de personajes violentos y chocantes giros dignos de ser adaptados al cine de terror. Para ella la religión no es para los timoratos y la aparición de la gracia en la vida de una persona podría afectarla de por vida. Tan poco convencional parecía su descripción de la religión y el pecado que cuando se publicó su libro Sangre sabia, su tía se sintió obligada a escribir una nota de disculpa al sacerdote local. Esta descripción de la religión es de hecho bastante perspicaz, puesto que significa que Dios está con nosotros incluso en nuestros momentos más oscuros.
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La creatividad no tiene límites
Después de graduarse en el Taller de Escritores de Iowa, O’Connor se mudó a la Ciudad de Nueva York para poder medir y refinar su tinta junto a la de otros escritores de talento de la época. No resistió mucho, por desgracia, ya que aparecieron rápidamente los síntomas del lupus, la misma enfermedad que había matado a su padre. Se vio obligada a retirarse a su hogar en Georgia para vivir con su madre en la granja familiar. Aunque no era solitaria, su día normal era el de la vida de un pueblecito rural. Sin embargo, no fue algo que menoscabara su imaginación y convirtió su limitado entorno, incluyendo las distintivas personalidades sureñas con sus dialectos marcadamente regionales, en una gran variedad de personas y lugares dentro de su ficción. No importa cuáles sean nuestras circunstancias, podemos encontrar una forma de sacar provecho de lo malo.
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Todas las voces son dignas de ser escuchadas
Desde sus días de infancia en la escuela, O’Connor fue una persona callada. Tenía amigos, pero nunca dejó una impresión duradera más allá de sus círculos inmediatos. Sin embargo, aunque fuera de carácter tranquilo, su escritura era explosiva. Una vez explicó: “Se grita para aquellos que son duros de oído”. A través de su don a la hora de comunicar con sonada vehemencia sobre el papel fue capaz de inducir unas preguntas sobre la bondad humana todavía vigentes hoy día. Sea cual sea el modo en que nos comuniquemos con mayor comodidad, podemos hacernos escuchar.
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El sufrimiento no tiene por qué ser un contratiempo
Cuando recibió el diagnóstico de lupus, O’Connor sabía que era una sentencia de muerte, pero no permitió que perturbara su vida y nunca se quejó públicamente. En vez de eso, volcó su sufrimiento en una escritura magnífica. Su experiencia personal con el dolor y el mal de la enfermedad asoma en sus escritos, convirtiendo su debilidad en fortaleza. Excepto Sangre sabia, todas sus obras principales las escribió mientras convivía con la enfermedad y quizás por ello todas parecen tan vitales y poderosas.
En lo que a ella respectaba, cada obra podía haber sido la última. De hecho, cuando visitó la famosa fuente de curación de Lourdes y tuvo la oportunidad de rezar por su sanación, prefirió rezar por el tiempo necesario para completar su segunda novela, Los violentos lo arrebatan (que no pudo terminar). Puede que la vida no siempre sea cómoda ni siga el camino que hemos elegido, pero el alma humana puede ser grande a pesar de cualquier contratiempo. O’Connor lo explicaba con más ímpetu al escribir que “el mal no es un problema que hay que resolver, sino un misterio que hay que sobrellevar”. Con esto la escritora quiere decir que, por muy difícil que sea, podemos alcanzar la grandeza no a pesar del sufrimiento, sino gracias a él.