Quizás Juan de la Cruz no consiga silenciar tu voz interior, pero puede ayudarte a bajar el volumenComo un hombre que escala una imponente montaña en búsqueda del gran secreto de la vida, dedico mucho de mi tiempo a buscar el silencio. Pero, ay, muchos días el silencio es una lujo esquivo. Cuando sí consigo algo de preciosa soledad, siempre es gracias a Jesús.
Pero también hay que reconocerle mucho mérito a san Juan de la Cruz. De hecho, este fraile carmelita español del siglo XVI me permitió tener un nombre con que designar mi anhelo: quietud del alma.
Encontrar calma puede ser un tremendo desafío en nuestro mundo. La enorme televisión con cientos de canales, la radio de siempre y la de satélite, iPods y iPads, ordenadores portátiles y de mesa, CDs y el regreso al vinilo… hay tantísimos artilugios con los que entretenerse, informarse y pasmarse… Y aunque los apagaras todos, todavía tendrías que tener la fuerza de voluntad suficiente para apagar el teléfono, con su acceso constante a los medios sociales, las llamadas y los mensajes.
Pongamos que consigues sofocar todos esos ruidosos inventos. Y pongamos que logras silenciar el sonido de los familiares que buscan tu atención y los sonidos de la calle y de cualquier cosa exterior que pueda interrumpir en tu interior. Todavía te quedaría por acallar una fuente principal de ruido:
Tu propia voz.
Sé que mi voz siempre parece estar parloteando dentro de mi cabeza. Me siento en el pequeño sofá con la puerta de mi dormitorio cerrada para la oración matinal. Me relajo en el banco de la iglesia antes de misa. Me deleito en la paz de mi retiro de silencio de cinco días, todos los años en la abadía de Getsemaní en Kentucky. Es posible que el silencio sea tal que se pueda escuchar a un pájaro cantando a 100 metros, pero la quietud se sigue rompiendo constantemente con mi voz interior, que me habla de todo y de nada.
He descubierto una forma de que esa voz, al menos, se convierta en un susurro que prácticamente puedo evitar, y todo gracias a Juan de la Cruz. El autor de La noche oscura del alma, entre otras obras de profunda belleza, ha sido una especie de director espiritual para mí durante años. Fue un maestro defensor del silencio, como demuestran estas citas:
- “Mejor es aprender a poner las potencias en silencio y callando, para que Dios hable”.
- “El alma que presto advierte en hablar y tratar, muy poco advertida está en Dios”.
- “La mayor necesidad que tenemos para aprovechar es de callar a este gran Dios con el apetito y con la lengua, cuyo lenguaje que él más oye, sólo es el callado amor”.
Más beneficiosa que muchos de sus consejos ha sido la que se ha venido conociendo como la “Oración por la paz” de Juan de la Cruz. Yo la uso especialmente momentos antes de empezar mi rato de meditación y contemplación silenciosas.
Oh, Bendito Jesús, haz que mi alma se aquiete en ti. Permite que tu poderosa calma reine en mí. Gobiérname, oh, Rey de la Calma, Rey de la Paz. Dame control, control sobre mis palabras, pensamientos y acciones. Líbrame, oh, amado Señor, de toda irritabilidad, de toda falta de mansedumbre y de dulzura. Por Tu propia honda paciencia, concédeme paciencia a mí, quietud del alma en Ti. Haz que en esto y en todo sea más parecido a Ti. Amén.