La popular serie televisiva de los 90 ha sido trasladada a la gran pantalla, aludiendo a la nostalgia pero modernizando sus formasCuando el productor Haim Saban y su socio Shuky Levy concibieron la franquicia televisiva Power Rangers, lo hicieron con un ojo puesto en la trayectoria de Roger Corman.
Como el productor que afirmaba haber rodado cien filmes sin perder un dólar, tuvo la idea de reducir coste de producción a base de reciclar escenas de acción extraídas de sentais, series japonesas de superhéroes –concretamente de un producto de Toei, Super Sentai, que lleva emitiéndose en diversas encarnaciones desde 1975–, mezclándolas con material rodado, con un presupuesto paupérrimo, en territorio estadounidense.
El resultado era inevitablemente ridículo, pero Saban y Levy supieron utilizar esa (aparente) limitación en su favor, ya que, acentuando el factor camp de la serie, pudieron dirigirse a un público mucho más joven y, de rebote, lograron un aire de autoconsciencia que encajaba a la perfección en una época tan dada a la hiperreferencialidad y a la ironía distanciada como los 90 –y si no, que se lo digan a Kevin Williamson–.
Sin embargo, una vez agotado el gimmick de mezclar culebrón adolescente yanqui con tokusatsu japonés, el atractivo de la franquicia se fue quemando hasta acabar convertida en un fenómeno residual, así que era cuestión de tiempo que –apelando a la nostalgia que está tan presente en el audiovisual de los últimos años– se intentara resucitarla en pantalla grande, y con un presupuesto más o menos abultado.
De ahí que el largometraje resultante, Power Rangers, eluda con inteligencia el escaso sentido del ridículo del original: sus responsables son conscientes de que, desde nuestra realidad contemporánea, tal avalancha de camp sin refinar solamente sería aceptable desde un ángulo paródico.
Lo que ha llevado a su director, Dean Israelite, a inspirarse en la semilla planteada por Josh Trank y Max Landis en la espléndida Chronicle para crear un relato de origen superheroico que intenta equilibrar el (inevitable) angst adolescente con un tono bastante desenfadado, por momentos abiertamente humorístico –no es casual, en ese sentido, la presencia en el reparto de actores con experiencia en comedia como Bryan Cranston, Elizabeth Banks o Bill Hader–.
Para lograrlo, el sudafricano, sin recurrir directamente al found footage de su ópera prima, Project Almanac, sí que adapta algunos recursos expresivos del formato –como hace durante la persecución inicial a la furgoneta de Jason (Dacre Montgomery), en la cual la cámara da vueltas sobre su propio eje dentro del vehículo para captar toda la acción–, inyectándole así más dinamismo a una historia que, en realidad, no se adentra definitivamente en la mitología original, y sus frecuentes luchas a gran escala, hasta el último tercio del metraje.
Power Rangers no es, de hecho, una película despreciable, pero el entusiasmo tras las cámaras de Israelite se ve frenado por un guión lleno de altibajos y de irregularidades, al que se le notan demasiado las reescrituras y, sobre todo, la ganas de ser inclusivo y político correcto –de ahí que el detalle de que, entre los héroes, haya uno dentro del espectro autista y una lesbiana, algo que acaba siendo meramente anecdótico dentro del conjunto–.
Además, salvo RJ Cyler, que elude el peligro de la sobreactuación a base de vis cómica, sus jóvenes intérpretes se esfuerzan, pero no logran transmitir el más mínimo carisma… Si bien es cierto que no les habría ido mal haber podido apoyarse en un desarrollo de personajes más profundo y menos dependiente de los tópicos de la ficción teen heredados del cine de John Hughes –el guiño a El club de los cinco que supone su arranque pone sobre la mesa las intenciones de sus responsables–.
Ficha Técnica
Título original: Power Rangers
Año: 2017
País: Estados Unidos
Género: Acción
Director: Dean Israelite
Reparto: Dacre Montgomery, Naomi Scott, RJ Cyler, Becky G, Ludi Lin, Bryan Cranston