Recién acabo de llegar a Mérida, Yucatán, mi nuevo destino de misión, y me he encontrado personas maravillosas. No cabe duda de que detrás está mi Dios diciéndome: "Hijo, te quiero".
He venido contento, sabiendo que estoy en las manos de mi Padre del Cielo.
Muchos me preguntan que cómo estoy y si extraño mi vida allá, pero la verdad es que no, tengo la gracia de haber tomado el cambio con mucha ilusión, sabiendo que Dios viene conmigo.
Además no tengo problema de equipaje: lo importante lo traigo en el corazón, y a mis amigos y conocidos se los encomiendo a Dios todos los días en la Eucaristía con la certeza de que Él los cuidará mejor que yo.
Dentro de los planes de Dios está el que aprenda. Al tercer día conocí al padre Ursulo. Fui a su casa con unas religiosas. Nos recibió muy sonriente y nos pasó a tomar una sabrosa agua con limón y chaya.
¿Por qué la cama junto a la puerta?
Era una casa sencilla y bonita, tenía muchas plantas y todas floreando, pero más me sorprendió que junto a la puerta que daba a la calle estaba su cama.
Ya para despedirnos le pregunté:
- ¿Aquí duerme padre?
- Sí, ¿usted cree? Lo hago por razones pastorales.
Y como si de una broma se tratara, todos nos reímos y muy alegres nos despedimos.
Ya de camino sor Justina me dijo:
- Me alegra que haya notado el detalle de su cama, fíjese que la tiene allí porque en su primer parroquia dormía hasta el fondo de la casa y en una ocasión ya entrada la noche fueron a buscarlo para que diera los santos óleos a un moribundo, pero por más que tocaron y gritaron el padre no escuchó y el enfermo murió sin las ayudas espirituales.
Y cuentan que cuando se enteró se puso muy triste, así que decidió que no volvería a pasar y desde ese día, en todas las iglesias dónde ha estado, duerme junto a la puerta.
La alegría de servir
Qué maravilloso sacerdote. Primero me impresionó por su alegría y hospitalidad, ahora descubría el porqué: decidió ser feliz sirviendo y sirviendo estaba, no le importaba dormir poco y mal con tal de ayudar al pueblo que Dios le encomendó.
Desde ese día no he dejado de pensar en cuando entré al seminario.
Recordé lo emocionado que estaba por ser sacerdote, me veía como un gran misionero, siempre trabajando por el Reino de los Cielos.
Mi corazón palpitaba cuando los vocacionistas nos contaban sobre nuestro fundador, el Padre Alberione.
Definitivamente estaba lleno de sueños y el padre Ursulo los ha removido. De nuevo me he llenado de esas ilusiones.
No puedo menos que agradecer su testimonio y pedirles a todos ustedes que Jesús sacerdote me ayude a ser reflejo de su amor, ternura, cercanía y pasión hasta la muerte.
Les pido una oración por los sacerdotes de todo el mundo. No sabemos los sacrificios que hacen cada día.
En ocasiones no entendemos que están cansados, se sienten solos o necesitan poco de ayuda.
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