Las mujeres disponemos de una energía que nos hace capaces de hacerlo crecer todo a nuestro paso y nutrir al mundoEs preocupante el hecho de que debido a todos los esfuerzos de un feminismo malentendido, perdamos de vista una cosa muy importante: la dignidad de una mujer no por lo que puede o no puede hacer, sino por lo que es. Pero, ¿cuál es ese don tan particular que nos hace mujeres?
Una parte importante de quiénes somos las mujeres es el hecho de que traemos la vida. Y así, más allá de la maternidad biológica, hay una maternidad espiritual que nos identifica a todas.
Es una belleza reconocer que recibimos ese don maravilloso de la vida y que no significa necesariamente pasar por la experiencia del parto, ya que incluso aquellas que son madres biológicas pueden ser pésimas madres si no ponen en práctica su maternidad espiritual con sus hijos.
Una mujer es capaz de nutrir de una manera en la que un hombre no puede hacerlo, y aunque esto no signifique ubicar a la mujer sobre el hombre, sí la posiciona en un lugar central dentro de la creación que el hombre debe apreciar, respetar y cuidar.
La mujer nutre no sólo desde el punto de vista físico, sino espiritual que le es propio y que se refleja no sólo en el ámbito del hogar, en la educación de los niños y el modo en que ella acoge a la familia, sino también en la manera en que atrae la vida y el amor en todas sus relaciones incluyendo sus amistades, su trabajo y en la sociedad donde ésta se desenvuelve.
Como mujeres hemos sido dotadas con un poder tremendo para traer vida al mundo en sus más diversas formas. La vida se produce a través de la apertura a los demás y en el estar al tanto de sus necesidades para crear algo nuevo.
Como portadoras de vida, las mujeres disponemos así de una energía que nos hace capaces de hacerlo todo crecer a nuestro paso, y es precisamente esa belleza femenina con la que tiene que nutrirse el mundo.
Las mujeres podemos movilizarnos para estar presentes y mostrarnos a los demás públicamente, pero si no somos capaces de traer vida en esos espacios y nutrir con amor a través de nuestras acciones, no estamos siendo totalmente fieles a nuestra identidad femenina, a potenciar toda nuestra genialidad y reflejar quiénes somos en verdad para que podamos ser recibidas, conocidas, escuchadas y amadas.
Es sólo con una conciencia pro-vida, cuando la mujer se hace presente, enciende ese destello precioso en la mirada del hombre y el mundo, en su cuerpo y alma y así, toma el lugar central que le corresponde abrazando la vida toda en su misión humanizante.