Paseando por Roma puedes encontrarte con la Virgen del Perpetuo Socorro en el Largo Preneste“Viandante pe’ sta via, un pensiero pe’ Maria” (Peatones de esta calle, un pensamiento por María) se lee en la placa votiva de una pared a las afueras del sureste de Roma, cerca de una edicola mariana. El Largo Preneste se encuentra en el cruce de dos importantes arterias viales: vía Prenestina y vía di Portonaccio, donde los coches pasan volando todo el día.
Precisamente ahí se cruzan historias y destinos de muchos hombres, unidos por la fe en María, venerada con el nombre de Virgen del Perpetuo Socorro. El signo son los cientos de votivos que cubren la pared, agradecimientos a la Virgen por una gracia recibida, por el nacimiento de un hijo.
Y luego flores, muchas, de colores, y siempre frescas. Las lleva la señora Pina, de más de 70 años, desde cuando era niña, y ayudaba a sus papás en el quiosco de flores que tenían, junto a a la pequeña edicola.
Desde el ’56 ella gestiona el quiosco, que hoy se encuentra en la esquina diametralmente opuesta del Largo Preneste. “Tengo una veneración particular por la Virgencita”, contaba hace algunos años a la página web Piccole note, atribuyendo a la Virgen su salvación, tras haber sido golpeada por una violenta hemorragia a los 25 años.
En el traslado de emergencia, “la ambulancia pasó precisamente junto a la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro y yo, levantando la cabeza, logré mirarla: ‘Virgencita mía, pon tus manos sobre mí’, invoqué. Y gracias a su intercesión, todo fue para bien. Desde entonces, cada mañana, le llevo flores frescas”.
La imagen se remonta a los primeros años del ‘900 y fue realizada en mosaico. A pesar de que a menudo es confundida por la del Divino Amore, en realidad representa a la Virgen del Perpetuo Socorro, según las típicas características.
La Virgen tiene en los brazos al Niño. Su mirada no está dirigida a Él, sino a nosotros, a sus hijos adoptivos. Jesús, en cambio, parece mirar a dos ángeles que tienen en la mano los instrumentos de la Pasión: a la izquierda, san Miguel, con la lanza y la esponja de hiel; a la derecha, san Gabriel, con la cruz y los clavos.
Bajo el manto azul (símbolo de pureza), María viste una túnica roja (símbolo de la caridad): una combinación cromática que describe a la Virgen como Virgen y Madre.
La historia de esta imagen se entrelaza con la leyenda del icono de la Virgen del Perpetuo Socorro, muy venerada en Roma. Respecto a esta reproducción, la historia comienza el 26 de noviembre de 1917. Una bomba fue lanzada a la fábrica Snia-Viscosa, pero afortunadamente no explotó. Una noble mujer romana, cuya identidad es desconocida, decidió poner la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro en el lugar donde cayó el artefacto, en señal de agradecimiento.
Desde entonces, la Virgen ha realizado muchas gracias. Lo demuestran numerosos votivos colocados en esa pared. Los más viejos que se ven se remontan a los años ’50, pero hay también más recientes, de hace pocos meses. Y la devoción popular es muy viva. Además de flores y velas, desde la cercana parroquia de San Lucas, cada día algunos fieles se reúnen aquí para rezar el rosario.