Homilía hoy en Casa Santa MartaLa verdadera paz no podemos fabricarla nosotros, es un don del Espíritu Santo. Lo dijo hoy Papa Francisco en la misa matutina en Casa Santa Marta. El Pontífice subraya que “una paz sin Cruz no es la paz de Jesús” y recuerda que sólo el Señor puede dar paz en medio de las tribulaciones.
“Mi paz os dejo, mi paz os doy”. Francisco centra su homilía en las palabras de Jesús a los discípulos en la Última Cena. El Papa se para en el significado de la paz dada por el Señor. El pasaje de los Hechos de los Apóstoles de la Primera Lectura de hoy, explica, narra las muchas tribulaciones que pasaron Pablo y Bernabé en sus viajes para anunciar el Evangelio. “¿Esta es la paz que da Jesús?”, se pregunta el Papa. Y en seguida observa que Jesús subraya que la paz que da Él no es la que da el mundo.
El mundo quiere una paz anestesiada
“La paz que nos ofrece el mundo – comenta – es una paz sin tribulaciones; nos ofrece una paz artificial”, una paz que se reduce a “tranquilidad”. Es una paz, dice, “que sólo mira a sus cosas, a sus seguridades, que no falte nada”, un poco como era la paz del rico Epulón. Una tranquilidad que hace “cerrados”, no se ve mas allá.
“El mundo nos enseña el camino de la paz con la anestesia: nos anestesia para no ver otra realidad de la vida: la Cruz. Por esto Pablo dice que se debe entrar en el Reino del cielo en el camino con muchas tribulaciones. ¿Pero se puede tener paz en la tribulación? Por parte nuestra, no: nosotros no somos capaces de hacer una paz que sea tranquilidad, una paz psicológica, una paz hecha por nosotros, porque las tribulaciones existen: un dolor, una enfermedad, una muerte… existen. La paz que da Jesús es un regalo: es un don del Espíritu Santo. Y esta paz va en medio de las tribulaciones y va adelante. No es una especie de estoicismo, lo que hace el faquir: no. Es otra cosa”.
La paz de Dios no se puede comprar
La paz de Dios, añade, es “un don que nos ayuda a seguir adelante”. Jesús, tras haber dado la paz a los discípulos, sufre en el Huerto de los Olivos y allí “ofrece todo a la voluntad del Padre y sufre, pero no le falta el consuelo de Dios”. El Evangelio cuenta que “se le apareció un ángel del cielo para consolarlo”.
“La paz de Dios es una paz real, que está en la realidad de la vida, que no niega la vida: la vida es así. Existe el sufrimiento, existen los enfermos, hay muchas cosas malas, existen las guerras… pero esa paz interior, que es un regalo, no se pierde, sino que sigue adelante llevando la Cruz y el sufrimiento. Una paz sin Cruz no es la paz de Jesús: es una paz que se puede comprar. Podemos fabricarla nosotros. Pero no dura: se acaba”.
Pidamos la gracia de la paz interior
Cuando uno se enfada, explica, “pierde la paz”. Cuando mi corazón “se turba – añade Francisco – es porque no estoy abierto a la paz de Jesús”, porque no soy capaz de “tomar la vida como viene, con las cruces y los dolores que vienen”. Debemos en cambio ser capaces de pedir al Señor la gracia de su paz.
“‘Debemos entrar en el Reino de Dios a través de muchas tribulaciones’. La gracia de la paz, de no perder esa paz interior. Un Santo decía, hablando de esto: ‘La vida del cristiano es un camino entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios’ (San Agustín, De Civitate Dei XVIII, 51, ndr). Que el Señor nos haga entender bien cómo es esta paz que Él nos regala con el Espíritu Santo”.
Artículo publicado por la edición italiana de Radio Vaticano