Homilía hoy en Casa Santa MartaLa verdadera doctrina une, en cambio la ideología divide: lo dijo hoy Papa Francisco en la homilía de la misa en Casa Santa Marta. Se refería al llamado Concilio de Jersusalén, que en torno al año 49, decidió que los conversos al cristianismo no tuvieran que someterse a la ley mosaica.
Francisco reflexionó sobre la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, y observa que también en la primera comunidad cristiana “había celos, luchas de poder, algún listillo que – explica – quería ganar y comprar el poder”. Por tanto, “siempre ha habido problemas”: “somos humanos, somos pecadores” y hay dificultades, también en la Iglesia, pero el ser pecadores lleva a la humildad y a acercarse al Señor, “como salvador de nuestros pecados”.
A propósito de los paganos a quienes “el Espíritu Santo llama a ser cristianos”, el Pontífice recordó que, en es pasaje, los apóstoles y los ancianos eligieron a algunos de ellos para ir a Antioquía junto a Pablo y Bernabé. Se describe a dos grupos de personas, uno que tenía “discusiones fuertes” pero con “buen espíritu” y “quienes hacían confusión”.
“El grupo de los apóstoles que quieren discutir el problema y los otros que van y crean problemas, dividen, dividen a la Iglesia, dicen que lo que los apóstoles predican no es lo que dijo Jesús, que no es la verdad”.
Los apóstoles discuten entre sí y al final se ponen de acuerdo: “Pero no es un acuerdo político, es la inspiración del Espíritu Santo que les lleva a decir; nada, ninguna exigencia. Sólo piden “no comer la carne sacrificada a los ídolos porque era hacer comunión con ellos, abstenerse de la sangre, de los animales estrangulados y de las uniones ilegítimas”.
El Papa subraya la “libertad del Espíritu” que pone “de acuerdo”: así, dice, los paganos pueden entrar en la Iglesia “sin pasar por la circuncisión”. Se trata en el fondo de un “primer Concilio” de la Iglesia – “el Espíritu Santo y ellos, el Papa con los obispos, todos juntos” – reunido “para aclarar la doctrina” y seguido, durante siglos, por ejemplo el de Éfeso o el Vaticano II, porque “es un deber de la Iglesia aclarar la doctrina” para que “se comprenda bien lo que Jesús dijo en los Evangelios, cuál es el Espíritu de los Evangelios”.
“Pero siempre ha habido gente que sin ningún encargo va a turbar a la comunidad cristiana con discursos que perturban a las almas: ‘Eh, no. Esto que dice es herético, esto no se puede decir, eso no, la doctrina de la Iglesia es esta…”. Y son fanáticos de cosas que no son claras, como estos fanáticos que iban sembrando cizaña para dividir a la comunidad cristiana. Y este es el problema: cuando la doctrina de la Iglesia, la que viene del Evangelio, la que inspira el Espíritu Santo – porque Jesús dijo: ‘Él les enseñará y les recordará lo que yo he enseñado’ -, esa doctrina se convierte en ideología. Este es el gran error de esta gente”.
Estos individuos – explica – “no eran creyentes, estaban ideologizados”, tenían una ideología “que cerraba el corazón a la obra del Espíritu Santo”. En cambio, los apóstoles seguramente discutieron fuerte, pero no estaban ideologizados: “tenían el corazón abierto a lo que el Espíritu decía. Y después de la discusión dicen: hemos decidido el Espíritu y nosotros”.
La exhortación final es no asustarnos ante las “opiniones de los ideólogos de la doctrina”. La Iglesia, concluye Francisco, tiene “su propio magisterio, el magisterio del Papa, de los obispos, de los concilios”, y tenemos que ir por ese camino “que viene de la predicación de Jesús y de la enseñanza y la asistencia del Espíritu Santo”, que es “siempre abierta, siempre libre”, porque la doctrina une, los concilios unen a la comunidad cristiana”, mientras que “la ideología divide”.