Promoverán una Iglesia de los pobres y para los pobresLa XXXVI Asamblea General Ordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), con delegados de los 22 países que lo conforman y representantes de las conferencias episcopales de Canadá y Estados Unidos, tuvo como lema la intención del primer Papa latinoamericano: “Promover una Iglesia de los pobres y para los pobres”.
Varios elementos confluyeron para hacer de esta Asamblea, celebrada en San Salvador, una reunión especial, casi se diría histórica por el golpe de timón que pretenden dar los episcopados del continente bajo la inspiración de Francisco: los 50 años de los documentos de Medellín, los 100 años del nacimiento del beato Óscar Romero y los 10 años del documento de Aparecida.
“Respecto a la celebración de los 100 años del nacimiento de monseñor Romero, la fiesta se concibe no solo como un reconocimiento a un obispo fiel, hasta el martirio, a Jesús y a la mejor tradición de la Iglesia universal y latinoamericana, sino, sobre todo, como un evento que tiene mucho que decir a los episcopados, a la Iglesia en general y a los pueblos de este tiempo”, ha escrito Carlos Ayala Ramírez, de la Universidad Centroamericana de El Salvador.
Monseñor Romero fue un hombre de Iglesia. Y ser miembro de Iglesia significó para él mantener en la historia el proyecto y la vida de Jesús. Implicó un modo de praxis eclesial: Iglesia encarnada en el mundo (porque Dios actúa en la historia humana), Iglesia servidora de los pobres (porque estos son víctimas de la injusticia), Iglesia comunidad de hombres y mujeres que profesan y prosiguen la vida y la misión de Jesús (aspecto esencial de la misión cristiana).
Las marcas del Crucificado
De acuerdo a estos rasgos, monseñor Romero se ha constituido en una figura insigne de una Iglesia de los pobres. Él lo planteaba en los siguientes términos: hay que “volver nuestra alma hacia los más humildes, los más pobres, los más débiles, e imitando a Cristo, hemos de comparecernos de las turbas oprimidas por el hambre, por la miseria, por la ignorancia”.
Al término de la asamblea, los obispos han dado a conocer un mensaje en el que expresan su preocupación por lo que ellos llaman “las marcas del Crucificado”, reconocidas en las experiencias difíciles por las que atraviesan nuestros pueblos.
Se refirieron, principalmente, a “las polarizaciones políticas crecientes, la escalada de violencia, el drama de los migrantes, el aumento de los índices de pobreza e indigencia, la corrupción estructural, el menosprecio por la vida en todas sus etapas, los nuevos ‘modelos’ de familia, y la cada vez más reinante cultura del descarte”.
Frente a estas realidades, señalaron que dos son las actitudes que deben ser cultivadas: “coraje” para anunciar el Evangelio y “aguante” para sobrellevar las dificultades. Aspectos propios del cristianismo recio que se suscitó en América Latina, donde la fe cristiana se unificó con la práctica de la justicia para el pobre.
Con información de El Observador Digital