Una tradición cultural de los siglos XVII y XIX en América LatinaEntre los siglos XVII y XIX en América Latina de la época virreinal sobre todo México, Perú, Colombia y también España era muy común retratar a las monjas en dos de los momentos más importantes de su “vida”, en su profesión o voto perpetuo y cuando morían, el momento más significativo y la cumbre de su vida: por fin llegaba para ellas el encuentro definitivo con su Divino Esposo, con Cristo.
En aquellas épocas muy distintas a las nuestras la concepción de la muerte era diferente. En nuestra sociedad actual se piensa que una muerte sin sufrimiento, dolor y rápida es lo mejor que nos puede pasar, en cambio el concepto de muerte en la época barroca era muy diferente, preferían saber que estaban por morir para poder preparase bien para el momento, confesarse, recibir los santos óleos y hasta había cofradías del buen morir.
Cuentan que la religiosa Francisca Josefa del Castillo (importante literata colombiana de la época colonial), dispuso con mucha alegría unas misas que le habían de decir, y hablaba de su partida y muerte como que fuera ir a un convite.
A diferencia de lo que se cree, la vida de las religiosa en un convento de clausura (para la sociedad virreinal) adquiría un nivel muy alto en la jerarquización de la época. Allí convivían muchas mujeres que buscaban tranquilidad para desarrollar actividades como la lectura, el canto, la escritura y el estudio de instrumentos musicales, algo que no podían hacer las mujeres que se casaban. Muchas de las mujeres más cultas de esa época vivieron en los conventos, como Juana Inés de la Cruz.
Las monjas en estas pinturas venían representadas con exuberantes coronas floreales y con los hábitos característicos de las órdenes a las cuales pertenecían. En sus manos se depositaba generalmente la azucena, símbolo de pureza, o palmas que enseñaban simbólicamente las virtudes y los modelos de vida que debían imitarse: humildad, mortificación, castidad, amor, pureza, elegancia, gracia, etc.
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De los varios retratos de Sor Juana Inés, se dice que uno es un autorretrato que ella pintó y en el que, después, se inspiraron los artistas. A diferencia de los retratos de otras monjas, en el de Sor Juana hay libros e instrumentos científicos.
Las monjas que eran retratadas al morir eran mujeres cuyo comportamiento fue ejemplar para la época, por lo tanto dignas de inmortalizar a través de la pintura. ¿Cómo era todo este proceso para retratarlas si eran monjas de clausura? El siguiente video de lo explica en detalle…