Como promotor, apóstol y testigo de la Divina Misericordia, el papa Juan Pablo II tuvo un incalculable impacto en el desarrollo de esta devoción.
Fue Juan Pablo quien beatificó y canonizó a Helena Kowalska (santa Faustina), la visionaria de la Divina Misericordia a quien a veces se conoce como la “secretaria de Jesús”.
Son sobradamente conocidos el Diario de santa Faustina y la imagen pintada por Adolf Hyła con la leyenda Jesús, en Ti confío, cuyo original se encuentra en el santuario de Łagiewniki.
Sin embargo, la primera imagen de la Divina Misericordia (la primera más abajo) según se le reveló a Faustina fue pintada por Eugeniusz Kazimirowski, un graduado de la Academia de Bellas Artes de Cracovia.
La pintura se realizó en Vilna en 1934 a petición del padre Michał Sopoćko, según las directrices de santa Faustina. La obra todavía se encuentra en Vilna, en el santuario de la Divina Misericordia.
Según parece, sor Faustina quedó decepcionada porque la obra le hacía poca justicia a la belleza de “su” Jesús.
Obra Jesús Misericordioso de Adolf Hyła, fotografía, EAST NEWS
La monja no llegó a ver esta segunda pintura, obra de Hyła:
Polonia celebra ahora a san “Hermano Albert” Chmielowski conmemorando el centenario de la muerte del santo (25 de diciembre de 2016).
Así pues, podemos recordar otra pintura que representa a Jesús y otro santuario único en la ciudad de Cracovia.
La imagen del Hermano Alberto no es en absoluto como las creadas a partir de la visión de Faustina.
Sin embargo, la imagen de Alberto apunta a otra faceta de Jesús, la del Dios-hombre que permitió ser juzgado aunque era inocente, que realizó el camino de la pasión y la humillación solo para resurgir en gloria de entre los muertos.
Me refiero a la pintura titulada Ecce Homo, del santuario Ecce Homo de las Hermanas de san Alberto, localizado en el distrito Prądnik Czerwony en Cracovia.
Ecce Homo, obra de Alberto Chmielowski
Chmielowski comenzó a pintarlo en Leópolis, Ucrania, en 1879, cuando todavía no era el Hermano Albert. Llevaba consigo la pintura a todas partes, hasta que por fin se estableció en Cracovia.
El Hermano Alberto nunca completó la pintura. Centrado siempre en el rostro de Jesús, lo contemplaba y lo corregía, una y otra vez…
En 1904, añadió unos cuantos elementos y donó la pintura al arzobispo católico griego Andrzej Szeptycki, de Leópolis.
Fue el arzobispo quien se percató de que el manto rojo de Jesús tiene la forma de un corazón, gracias a lo cual toda Su figura ensangrentada y apaleada se convierte en el corazón y fuente del Amor hacia todas las personas.
El Hermano Alberto dio al arzobispo Szeptycki su pintura más importante y mística, una en la que había trabajado más de una década, durante un proceso en el que él mismo había cambiado.
En este tiempo, había experimentado la Misericordia de Dios, sacrificado su propia vida al servicio de los pobres y los necesitados, a expensas de su propia carrera como artista.
Con el tiempo, a pesar de su considerable talento, abandonó por completo la pintura.
El Jesús Misericordioso en la visión de santa Faustina, transfigurado, es una imagen que destaca su divinidad.
Porta un halo alrededor de su cabeza y alza su mano derecha en gesto de bendición. Sangre y agua, indicativos de las fuentes de misericordia para los pecadores, brotan de Su corazón.
En la pintura del Hermano Alberto, la imagen de Jesús destaca su increíble humanidad.
La imagen muestra a un hombre mutilado sosteniendo un junco en lugar de un cetro real, con una corona de espinas que perfora sus sienes. Sus ojos están medio cerrados por el insoportable dolor y sufrimiento.
¿Qué falta en esta pintura? El artista no terminó el halo ni la mano.
¿Quizás seamos nosotros quienes debamos convertirnos en Sus manos, trabajando activamente por el bien de esas personas a quienes Cristo quiere acercarse y mantener cerca de Su corazón?
Etapas de un mismo camino
Según indica el papa Francisco, la adoración de la Divina Misericordia y la oración deben ir acompañadas de nuestras propias obras diarias de misericordia. Ecce Homo y Jesús, en Ti confío parecen ser etapas de un mismo camino.
Estamos llamados a continuar buscando en el prójimo la imagen de Dios, la de Cristo crucificado.
Pasamos a Su lado en la calle, en el trabajo, en casa o al salir de la iglesia, quizás al volver de una peregrinación a Łagiewniki…
El Hermano Alberto nunca participó en peregrinaciones, aunque sí trabajó infatigablemente por los pobres, los huérfanos, personas con impedimentos en su desarrollo físico o mental, los que cargan con los grilletes de la adicción, las víctimas de la peste y la guerra, los ancianos, etc.
Su camino vital fue una inspiración para religiosos y religiosas de las dos congregaciones que fundó y, también, para Karol Wojtyła.
El futuro papa encontró inspiración en el Hermano Alberto y escribió una obra de teatro sobre él, Hermano de nuestro Dios.
Como Chmielowski, Juan Pablo renunció a su carrera como artista (en el teatro) para consagrarse totalmente al servicio de los demás.
Como Supremo Pontífice beatificó (1983) y canonizó (1989) al polaco Maestro de los Pobres.
¿Qué tienen en común el Hermano Alberto y sor Faustina? Juan Pablo II, Cracovia y la Misericordia
Chmielowski no experimentó ninguna visión, aunque su pintura es algo más que unas pinceladas sobre un lienzo. Sigamos la cronología de los acontecimientos.
El Hermano Alberto fallece de cáncer en 1916 en Cracovia. Por entonces Helenka Kowalska tiene 11 años. A los 17 quiere entrar en una orden religiosa, pero sus padres se oponen.
En junio de 1924 va a una fiesta en el parque Wenecja en la ciudad de Łódź, donde trabajaba por esa época.
Mientras baila, ve a Jesús “como durante el Camino del Calvario”, en agonía, despojado y herido. Jesús le preguntó “¿Cuánto me queda por sufrir todavía […]?”.
Impactada por esta experiencia y contra la voluntad de su familia, Helena toma una decisión que la pone en el camino de la santidad. ¿Tal vez fuera el Jesús que vio en el parque el Ecce Homo del Hermano Alberto?
No parece haber ningún rastro evidente de que santa Faustina se inspirara directamente en el Hermano Alberto. Sin embargo, ambos se han convertido en parte integral del mapa espiritual de la Iglesia.
Artículo traducido y adaptado de la edición polaca de Aleteia