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La impactante despedida del Scout Águila en camino a la santidad

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Philip Kosloski - publicado el 05/06/17
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Francis J. Parater siempre estaba preparado tanto para el sendero como para su camino hacia el cielo

Nacido en 1897 en una devota familia católica de Richmond, Virginia (EE.UU.), Francis Parater fue como adolescente un miembro muy activo de los boy scouts de América (que por entonces no tenían las mismas dificultades que ahora). Se tomaba muy en serio todo lo que aprendía y no tardó en asumir puestos de liderazgo en su tropa.

A Parater le encantaba la naturaleza y se esforzó enérgicamente para alcanzar el rango de Scout Águila, el más elevado y arduo. Todos en su comunidad local se enorgullecían de sus muchos logros y de su capacidad de liderazgo.

Durante este tiempo discernió su vocación al sacerdocio y entró en el Seminario Belmont Abbey en Carolina del Norte en 1917.

Allí luchó constantemente por alcanzar la perfección, asistiendo diariamente a misa y yendo semanalmente a confesarse. Parater incluso escribió para sí mismo una Regla de Vida. Sentía gran devoción por el Sagrado Corazón:

“(…) el Sagrado Corazón nunca falla a quienes Le aman”.

Mientras estudiaba para el sacerdocio, Parater todavía seguía activo en los Boy Scouts como “director del campamento de verano de los Boy Scouts de América. Los líderes de los scouts veían tanta virtud e ideales en Frank que querían que sirviera como director del campamento de verano supervisando a quienes, de hecho, eran sus superiores. Le consideraban un scout excepcional en todos los aspectos”.

Después de que lo enviaran al North American College en Roma, Parater contrajo un reumatismo que empeoró en fiebre reumática. Tres meses más tarde, Parater fallecía el día después de que el rector ofreciera una misa votiva del Sagrado Corazón en su honor.

Parater dejó un sobre que había de ser abierto tras su muerte en el que escribió un Acto de Oblación donde resumía el hermoso carácter de su fe y confianza en Dios:

No tengo nada que perder ni ofrecer además de mi vida, y esta la he consagrado al Sagrado Corazón para que Él la use según Su voluntad (…). Por esto vivo y, en caso de muerte, por esto muero. Desde mi infancia he querido morir por Dios y mi prójimo. ¿Tendré esta gracia? No lo sé, pero si mi vida continúa, viviré por este mismo propósito; toda acción en mi vida aquí es una ofrenda a Dios para la difusión y el triunfo de la Iglesia católica en Virginia. Seré de más servicio para mi diócesis en el Cielo de lo que jamás podré ser en la tierra.

También escribió una carta a su tropa scout en Virginia, animándoles a acercarse más en su amor a Dios.

Queridos Scouts:

Quizás nunca veáis esta carta, pero de ser así, es para deciros que Dios me ha concedido el mayor deseo de mi vida: morir de amor por Él y por mi prójimo. Nunca temáis la muerte: es lo más hermoso de la vida, ya que es el gran portal hacia la vida real (…). Desde que era un muchacho [en los scout] siempre he querido ser como los mártires de antaño y dar mi vida por Dios.

Os he querido a todos y cada uno de vosotros, compañeros scout, y, ahora que Dios me ha reclamado para Sí, no creáis que os voy a olvidar ni que os abandonaré nunca; al contrario, estaré mucho más cerca de vosotros de lo que podría haber estado en esta vida.

Y ahora, queridos scouts, debo decir ‘hasta luego’. Pero de vez en cuando pensad en vuestro viejo amigo y director de campamento y, cuando os llegue el momento de iniciar el camino hacia vuestro hogar, os prometo estar cerca y recibiros en la hoguera de la vida eterna. Que Dios os bendiga a todos.

La causa de su canonización se abrió en 2001 y actualmente un consejo está examinando su vida y registrando su excepcional vida de virtud. 



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