Un sacerdote antimafia italiano reflexiona ante la probable próxima muerte por enfermedad del sanguinario Totó Riina, ex jefe de la Cosa NostraPor su interés, transcribimos esta carta del sacerdote Maurizio Patriciello, párroco y luchador contra la Camorra, ante la polémica suscitada en Italia por la petición de los familiares del sanguinario y peligroso capo mafioso Totò Riina, gravemente enfermo, de sacarle de la cárcel para que pueda “morir con dignidad” en su casa.
Si pudiera, pediría permiso para ir a servir a Totò Riina en la cárcel. Como sacerdote y como enfermero. No tendría dificultad en lavarle los pies, como hizo el Papa Francisco con los presos de Paliano. Como hizo Jesús con los amigos que le abandonaron y traicionaron.
Si yo pudiera, me quedaría con él hasta el final. Le tomaría de la mano mientras exhala el último suspiro. Sí, justo esa mano que tantas veces ha asesinado. Le pediría que me contara su historia, su vida, la vida miserable de los habitantes del Corleone de los años de la guerra. Me gustaría comprender el alma de este hermano mío en humanidad que ha aterrorizado Palermo, Sicilia, Italia. Que me ha hecho tocar con la mano el abismo fétido, oscuro, horroroso en el que puede hundirse un hombre creado a imagen de Dios.
Totò Riina me ha enseñado mucho. En los meses pasados con los frailes franciscanos en Corleone, cuando yo buscaba mi vocación, me lo imaginaba caminando por las calles estrechas del pueblo, o entrando, de niño, en la parroquia. Me ha enseñado que el bien hay que desearlo, quererlo, perseguirlo. Con voluntad, determinación, orgullo. Convencidos de que hacer el bien es siempre una victoria. Que el bien es una semilla que hay que regar, abonar, cultivar.
Que al mal no hay que darle ninguna oportunidad. Incluso cuando te engaña y se te presenta con una pizca de bondad. Que a todo se puede acostumbrar uno, incluso a las cosas más horripilantes. Que el pensamiento, el razonamiento, la lógica, cuando no son imparciales, severos, rigurosos, pueden ser tus enemigos.
Quisiera escuchar a Riina para comprender dónde tropezó su vida, dónde se esfumaron sus sueños, de dónde brotó tanta violencia sanguinaria. Cómo pudo arrastrar a sus seres queridos a una aventura desastrosa ya desde el principio. Quisiera comprender cómo contribuyó la miseria que atravesaba la familia y el pueblo para hacerle tomar esas decisiones malvadas.
Si pudiera, quisiera invitarle a pedir perdón. En primer lugar a las víctimas inocentes. Sus nombres pasan ante mis ojos uno a uno. Personas buenas, honradas, valientes, a las que hoy va nuestro agradecimiento, nuestro pensamiento, nuestra oración. Personas de las que estamos orgullosos. Nuestros héroes, que nos indican el camino a seguir.
Queremos abrazar en el corazón a sus seres queridos, a sus amigos, a sus compañeros, a los miles de jóvenes que arriesgan la vida para construir un mundo sin mafia, sin corrupción, sin injusticias. ¿Un sueño? Los soñadores son indispensables.
Le invitaría a pedir perdón a sus hijos. Por haberles arrastrado a un horrible callejón sin salida. A un mundo de terror y de incertidumbre. Y finalmente, pedir perdón a nuestra bella Italia.
Quisiera ayudarle a encontrar el valor de confesar: “Me he equivocado en todo, si pudiera volver atrás no repetiría los errores cometidos… pido perdón a Dios, pido perdón a los hombres…”. Esta sería la mejor manera de salir de la escena de este mundo con verdadera dignidad.
Estamos sedientos de justicia, no de venganza. Los cuidados médicos no se discuten. Tampoco el consuelo de sus parientes ni el calor humano. No tenemos dificultad en hacerle vivir los últimos años de una vida absurda rodeado de sus seres queridos. El problema no es este.
La pregunta que hiere el corazón de los cristianos – que conocen bien la alegría de perdonar y ser perdonados – y de las personas de buena voluntad es: ¿Riina es aún peligroso? ¿Es aún el capo de ese maldito oprobio que lleva el nombre de “cosa nostra”? ¿Es aún el capo de los capos? ¿Alguno podría pagar el precio de un ingenuo acto de clemencia? ¿Los buenos, los honrados, los pequeños pueden sentirse seguros? Y los mafiosos que se obstinan en considerarle su jefe, ¿comprenderán la civilísima lección de un Estado laico y democrático que castiga el reo sin perder la esperanza de un arrepentimiento?”.
A estas preguntas hay que responder con seriedad, firmeza, competencia, honradez. Todo pasa. Deberíamos recordarlo siempre. Vuelven a la mente las palabras de Jesús: “¿De qué sirve ganar el mundo entero … ?“. ¿Para hacer qué? ¿Para dejarlo a quién?
La historia de Totò Riina llega a su fin. Los próximos años sacarán a la luz cada vez más la relación enferma, fétida, aberrante que la mafia ha tenido con representantes del Estado. Hombres como Falcone, Borsellino, Giuliano, Dalla Chiesa, Mattarella, La Torre y tantos otros [jueces asesinados por investigar a la Mafia, n.d.t.], brillarán cada vez más en el cielo de la historia italiana del siglo XX.
Riina quedará sólo como un pobre hombre derrotado por la vida. “Qué pena”, escribíamos a la muerte de su gran amigo, Provenzano. “Qué pena”, repetimos hoy ante los últimos momentos de la vida de un hombre inteligentísimo que habría podido hacer muchas cosas buenas.
“Los justos brillarán como el sol” nos dice la Biblia. ¿Y los injustos? Los confiamos a las manos del buen Dios, que sabe mejor que nosotros lo que hay en el corazón de los hombres. Si Riina encontrase el valor de arrepentirse y pedir perdón, arrojaría un rayo de luz a una vida verdaderamente oscura, y se prepararía a morir con dignidad.