La inteligencia femenina al servicio de la gente
- El limpiaparabrisas
Los hombres se creerán los reyes del auto y podrán hacer todas las bromas que quieran sobre nuestra manera de conducir, pero le tienen que agradecer a la estadounidense Mary Anderson la creación de este pequeño dispositivo automático que usan para limpiar el vidrio del coche cada vez que llueve o se ensucia. Justamente a Anderson le surgió la idea cuando hacía un trayecto en tren en pleno invierno y el conductor debía pararse a cada rato para limpiar el vidrio manualmente, haciendo muy tedioso y más largo el camino.
Lo más curioso es que ella patentó su invento por varios años y trató de venderlo a distintos fabricantes de autos y a nadie le pareció relevante, excepto a Henry Ford, quien enseguida lo incorporó en sus vehículos y tuvo la patente hasta su fecha de vencimiento (1920); a partir de entonces, las demás marcas -viendo la efectividad del invento- también comenzaron a incorporarlo.
- El pedal de la papelera y los compartimientos en la puerta de la nevera
Lillian Gilbreth fue una mujer excepcional. Con una carrera en psicología industrial y doce hijos (de hecho, ella y su esposo escribieron el libro Más Barato por Docena, sí, el mismo que inspiró la película de Steve Martin), ella se dedicó a hacer pequeñas invenciones que ahorraran tiempo en el hogar para que así las mujeres también pudieran tener la oportunidad de ser exitosas en el campo laboral.
Entre los que más destacan está el pequeño pedal que usamos para levantar la tapa de las papeleras comunes y los compartimientos que se encuentran en las puertas de los refrigeradores para tener más fácil y rápido acceso a ciertos productos. Sin duda, los detalles hacen la diferencia.
- El paraguas
En realidad no hay una patente ni certeza de la persona detrás de esta invención, pero la versión más aceptada es la de una leyenda china que asegura que fue la joven Lu Mei, quien había sido retada por su hermano para crear algo que los protegiera del sol y la lluvia, la que construyó un bastón del que pendían 32 varillas de bambú cubiertas de tela que, aunque no era impermeable, sirvió de base para que luego el diseño se desarrollara hasta lo que conocemos hoy en día.
- El corrector líquido (típex)
Quizá los millennials no le den mucha importancia a este invento porque todo lo hacen en un teclado o una pantalla táctil, pero para aquellos que nos tocó hacer exámenes en papel y pluma y se nos prohibía “tachar”, pues siempre recordaremos con cariño al corrector líquido blanco (aunque teníamos que soplar o echarle aire para que se secara).
Este invento es de la mecanógrafa estadounidense Bette Nesmith Graham, quien también era una gran aficionada de la pintura y pensó: Si los pintores arreglamos nuestros errores pintando encima del lienzo, ¿por qué las mecanógrafas no podemos hacer lo mismo si cometemos un error de tipeo sobre papel?
Entonces puso un poco de pintura de agua blanca en una botella y lo puso a prueba. Sus jefes no estaban muy contentos pero sus compañeros de trabajo se la pedían prestada. Fue entonces cuando contactó al profesor de química de su hijo y mejoró la fórmula para empezar a comercializarla con el nombre “Mistake Out” (“Fuera Errores”) en 1956. Años después, vendió su compañía por casi $50 millones de dólares.
- Las galletas con chispas de chocolates
Ok, no es que el dulce salvará al mundo (aunque recuerdo que de niña unas galletas con leche podrían arreglarlo todo) pero esto es un clásico de la repostería mundial y fue ideado por Ruth Wakefield, una señora que poseía una posada en el estado de Massachusetts (Estados Unidos) y le gustaba cocinar para sus huéspedes.
Un día, quería hacer galletas de chocolate pero se percató que se le había acabado el cacao en polvo, por lo que decidió tomar una barra de chocolate Nestlé que tenía y picarla en trocitos para darle el sabor achocolatado a la mezcla. Unos dicen que ella en realidad esperaba que el chocolate se derritiera, versión que ella luego negó diciendo que no se trataba de ningún accidente sino de una receta nueva.
Como fuese, las galletas se convirtieron en todo un éxito, sobre todo gracias a que ella empezó a donarlas a los soldados en la Segunda Guerra Mundial y los militares le pedían a sus familias que les enviaran más. Muchísimos empresarios le ofrecieron comprar su idea y finalmente se la vendió a Nestlé por $1 (sí, uno) y suministro de chocolate para toda su vida (ya sabemos que entre sus prioridades no estaba lo económico).