A la hora de adaptar la novela gráfica La ciudad más fría, David Leitch ha optado por llevarse el original al terreno estético de su anterior John WickLa intención de Antony Johnston y Sam Hart a la hora de crear la novela gráfica La ciudad más fría fue, de alguna manera, replicar en el medio comiquero, y en la época de la caída del Muro de Berlín, esa continua incertidumbre, ese juego de medias verdades y de traiciones en segundo plano, que caracteriza a la literatura de espionaje de autores como John Le Carré o Graham Greene.
El dibujo esquemático, en un crudísimo blanco y negro, de Hart –hay que decir que de un nivel más bien mediocre–, intenta reproducir en las viñetas la sequedad y la sobriedad de dichos ejemplos del (sub)género, así como su acercamiento hiperrealista al trabajo de espía.
Algo que su adaptación cinematográfica, Atómica (Atomic Blonde) lanza por la borda desde el minuto uno por una sencilla razón: no es el tipo de producto que le interesa a sus máximos responsables. Como su título, guiño a la canción Atomic de Blondie, indica, el acercamiento del director David Leitch al material original de Johnston y Hart pasa por una relectura del mismo filtrada por una estética que es pura estilización eighties.
Lo que se traduce tanto en el uso de colores primarios y de una iluminación basada, en muchos momentos, en los neones –ahí se nota la mano del director de fotografía Jonathan Sela, con el que Leitch ya había trabajado en John Wick–, como su apoyo en una banda sonora cargada de temazos de la época que intentan, desde la ficción, transmitirle a sus imágenes la energía del final de la década de los 80.
Y es que, como el traje a medida que supone para Charlize Theron –que, no en vano, también ejerce como productora del proyecto–, Atómica (Atomic Blonde) está concebida como una potencial franquicia para la sudafricana.
De ahí que, salvo ciertos diálogos y la estructura de la trama y de la relación entre los personajes, el guión de Kurt Johnstad se centre menos en adaptar La ciudad más fría que en ofrecerle a Theron una especie de versión femenina de John Wick: desde esa perspectiva hay que entender que Leitch meta con calzador una cuantas set pieces de acción que, en global, no encajan dentro de una historia que pide a gritos más contención y menos aspavientos, pero que le sirven para exhibir el músculo de su firma de especialistas, 87Eleven… Y de la propia Theron, implicadísima en las secuencias de pelea, en las que exhibe un más que notable poderío físico –cuando no le sustituye, claro está, su doble, Monique Ganderton–.
Hay que reconocer que el absoluto descaro con el que Leitch se lleva el (sub)género a su terreno –eso que podíamos definir, al menos a día de hoy, johnwickismo– convierte a Atómica (Atomic Blonde) en un producto divertido, desenfadado, precisamente porque, pese a los temas que trata por herencia de la novela gráfica original, no pretende tomarse demasiado en serio a sí mismo.
Y sin embargo, en determinados instantes, el largometraje quiere ser tan cool, tan autoconsciente, que se pasa de frenada –como todo lo que rodea al personaje de James McAvoy, aquí en su registro más excesivo y más exhibicionista–, y a sus responsables les cuesta volver a reconducir la trama hacia sus intenciones originales.
Ficha Técnica
Título original: Atomic Blonde
Año: 2017
País: Estados Unidos
Género: Acción
Director: David Leitch
Intérpretes: Charlize Theron, James McAvoy, John Goodman, Til Schweiger, Eddie Marsan, Sofia Boutella