Esto es lo que nos muestra su función en el arte cristiano Las arañas siempre han atrapado la imaginación del mundo en una red de curiosidad. Sin embargo, a lo largo de la historia, su exoesqueleto duro, sus patas finas y nerviosas y sus jugosos hábitos alimenticios les han dado una reputación de lo más siniestra.
El mundo grecorromano consideraba a las arañas un símbolo de orgullo. Esto se debía a un mito que concernía a Aracne la tejedora y a la diosa Atenea. Aracne, que alardeaba de su habilidad como tejedora, retó a la diosa a un concurso de tejido. Atenea, airada por el soberbio alarde de habilidad de Aracne, la transformó en araña. De este episodio obtenemos la palabra arácnido.
En la época medieval, lo monjes usaban arañas para representar al mal. Por ejemplo, a menudo se representaban arañas en conexión a la figura del avaro, que sangra al pobre de forma similar a la que una araña consume los jugos vitales de su presa.
Las arañas también aparecen de forma más general como un símbolo del Diablo. Las arañas utilizan sus redes para poner trampas para sus presas, al igual que hace el Diablo, que utiliza trampas de tentación siempre “buscando a quién devorar” (1 P 5,8).
De modo que las arañas, aunque ahora podamos ver su propósito natural con más claridad, en el mundo antiguo eran consideradas como algo maligno, diabólico, que había que evitar.