Si has llegado a tal punto que crees que el divorcio es la salida a tu dolor y tu fatiga, aquí tienes claves de nuestra Coach para enfrentar el problema con realismo¿Me divorcio o no me divorcio? En mi práctica como Coach de Divorcio certificada esta es una de las preguntas que más escucho. Me encanta que me la hagan porque para mí es una súper oportunidad para invitar a la reflexión.
Si bien como profesional -es este caso Coach- no es mi derecho decir a nadie qué hacer ni mucho menos dar consejos, si puedo hacer un acompañamiento amoroso por medio de “preguntas inteligentes” que invite a las personas a pensar para que ellas tomen, desde la libertad, una decisión sabia, la mejor.
En mi experiencia he tenido la grandísima fortuna que, después de escuchar y validar el proceso -o crisis- por la que atraviesan y de hacer ese acompañamiento amoroso que antes mencioné, la gran mayoría de las parejas han elegido reinventar y reestructurar sus matrimonios. Esta decisión ha sido mérito de las parejas, no mía.
Todos soñamos con un matrimonio feliz, lleno de amor y “para siempre”. Cuando las parejas pasan por una crisis que les lleva a pensar que la solución es el divorcio es porque de verdad ya les llegó el agua a los aparejos, como se dice coloquialmente. Se sienten asfixiadas y ahogadas, como si estuvieran metidas en el agua sin oxígeno por mucho tiempo y les urge salir a la superficie a respirar. Por lo tanto, hay que ser muy prudentes y atinados para validar su sentir.
¿Qué pretendes solucionar?
No hay que juzgar el que lo quieran hacer, sino tratar de comprender, aunque no estemos de acuerdo con la decisión que pretenden tomar. Sí, el divorcio como solución es el gran engaño. Sin embargo, en medio del dolor de una crisis matrimonial -o personal- este difícilmente se percibe como embuste sino como remedio.
Te comparto una de las primeras preguntas que les hago para que tú también se la plantees a ese amigo tuyo que te acaba de decir que se quiere divorciar y no tengas miedo cuando le escuches, sino por el contrario, desde la paz y la empatía le invites a la reflexión: ¿qué pretendes solucionar con tu divorcio?
Las respuestas que me dan son generalmente las mismas y están centradas en mucho dolor vivido, tanto de manera personal como dentro del matrimonio, y no precisamente en la pregunta que hago. Me explico… Me dicen por qué se quieren divorciar, pero no qué pretenden solucionar.
Por ejemplo, desean hacerlo porque hubo infidelidad y eso no lo pueden perdonar. Lo primero que hay que hacer es validar “eso que sienten” porque es muy real, se sienten traicionados. Nunca hay que decirles que no exageren, que no es para tanto porque se sentirán incomprendidos y de inmediato cortarán la comunicación.
Después de escuchar y validar vuelvo a hacer la misma pregunta: ¿qué pretendes solucionar al divorciarte? ¿Acaso te va a dejar de doler la infidelidad, le perdonarás gracias al divorcio o a partir de que te divorcies tu cónyuge será fiel? O también está quien se quiere divorciar porque el esposo es alcohólico, por ejemplo. La misma reflexión, ¿acaso el divorcio hará que se le quite esa adicción? Insisto, no hay problema matrimonial ni personal que no tenga solución y no precisamente por medio del divorcio.
Me divorcio o no me divorcio. Pero ¿qué hay en realidad detrás de esta cuestión? Esta es una pregunta que puede ser engañosa, incluso para quien se la está planteando. Aquí es donde vale la pena explorar las causas disque “reales” por las que una persona se quiere divorciar y honestamente reflexionar si el divorcio solucionará sus inquietudes.
Me quiero divorciar porque:
- Soy increíblemente infeliz. Dios me quiere feliz y él/ella ya no me hace feliz.
- Siento que ya no lo/la amo y yo merezco el amor y ser feliz.
- Ya llegué a mi limite y ya no sé qué más hacer. Nunca me escucha, ni siquiera se ha dado cuenta de lo desgraciado/a que soy.
- Siento que voy a estar mucho mejor si me divorcio. Finalmente tendré libertad; saldré del matrimonio mínimo con la mitad del dinero.
- Ya no hay intimidad entre nosotros. Mejor busco afuera lo que me niegan adentro.
- Ahora sí encontré el verdadero amor y por fin podré tener una relación con esa persona que hoy siento amar.
- Siento que en nuestro matrimonio ya nada tiene solución, no creo que nuestra relación mejore. Todo es aburrido.
- Nunca va a cambiar.
- Ya me cansé de hacer todo yo y de no recibir su apoyo. Ya he hecho esto por mucho tiempo y ya es suficiente. Parece que tengo un hijo en vez de un esposo. Nunca le doy gusto y no sé cómo hacerlo feliz.
No huir por cansancio
Todas estas han sido respuestas sinceras y muy reales. Por supuesto que el cansancio físico y emocional es desgastante y lo que más se nos antoja es huir de dónde nosotros creemos está la fuente de nuestro dolor y desgracia. Sin embargo, todo esto tiene solución y no precisamente con un divorcio. La solución es poner a caminar la voluntad de ambos y llegar a acuerdos donde los dos se comprometen a hacer cambios personales por el bien de ellos mismos, del matrimonio y de la familia.
Busca y encuentra soluciones por medio de un buen apoyo profesional, con expertos en la materia que te encaminen a la unión y no a la desunión. También cambiando tu chip interior siendo menos egoísta y más altruista. Pregúntate:
¿Qué hace feliz a tu cónyuge y qué has hecho para hacerle sentir importante el día de hoy?
¿Es real lo que está sucediendo o eres tú quien está cargado de heridas emocionales que no has podido resolver?
¿Le has dicho y demostrado cómo te gusta que te trate y se comunique contigo?
¿Qué otras opciones tienes para crear o reconstruir la felicidad que dices ya no tener?
¿Qué estás dispuesto a cambiar de ti por el bien de ambos?
¿Qué apegos y egoísmos estás presto a soltar?
¿Qué tan dispuesto estás para hacer los cambios necesarios para llevar a tu matrimonio por el camino de la unión?
¿Qué está en tu control cambiar y cómo lo harías?
¿Cómo crees que cambiaría tu situación personal, matrimonial y familiar si ves resultados?
¿Acaso con todos estos cambios positivos seguirías considerando el divorcio como solución a tu crisis matrimonial?
El dolor de los hijos
Vale la pena considerar que la decisión de un divorcio va más allá de cuánto me costará o de que por fin me libré del verdugo y ahora sí por fin seré feliz. Es darte cuenta de qué tan preparado estas para lidiar con todas las áreas que se ven impactadas por un divorcio y todos los cambios que vienen dentro de él.
Son cambios en la familia, en los amigos, en la salud física, mental y emocional, en tu comunidad e iglesia, con tus hijos y todo su entorno, de manera financiera, en tu trabajo, etc. El dolor que se experimenta al ver sufrir a los hijos es indescriptible. Créeme que al pasar por esos cambios no se vive ni fiesta ni alegría, aunque de momento parezca que sí. Por eso insisto en que el divorcio es el gran farsante.
Otro punto importante que hay que tomar en cuenta mientras te planteas la pregunta de me divorcio o no me divorcio es que identifiques claramente en cómo te gustaría ser recordado por los demás -y lo más importante, por tus hijos- mientras pasas por esta experiencia. ¿Te gustaría ser recordado como una persona loca, indolente e iracunda? ¿O bien como una persona ecuánime que sabe hablar y llegar a acuerdos a pesar del dolor? ¿Para cuál de las dos personalidades estás realmente preparado o capacitado?
Valora tu ejemplo
Te aseguro que la gran lección de vida la dejarás cuando después de esa espantosa crisis sales adelante con tu matrimonio reestructurado, dando ejemplo y testimonio de que sí se puede.
Es muy importante que consideres hacer un profundo examen de conciencia y tomes decisiones de manera racional y nunca emocional. Sobre todo, que verdaderamente reconozcas qué tan listo estás para hacer cambios radicales en tu vida.
Y, por último, uno sabe con quién se casa, pero nunca sabe de quién se divorcia. De verdad, el divorcio saca lo peor de uno mismo. Así que no te dejes engañar por nadie. Y cuando digo nadie es nadie. Trabaja en el tuyo y sálvalo.