Es así como el tiempo libre puede convertirse en un tiempo (aunque sea breve) para reponernos, para ordenarse de nuevo
En vacaciones, las familias mayoritariamente se ven más y se reencuentran. Muchos viajamos y somos felices de revivir amistades trabadas desde la infancia.
Otros no pueden hacer vacaciones, o por exigencias del trabajo, o porque no pueden hacer gastos, o porque están enfermos o han de cuidar de algún anciano o algún niño.
Los cristianos estamos llamados a dar sentido a todo lo que vivimos. Nunca podemos dejar de ser sal y luz para el mundo; también durante las vacaciones.
Es así como el tiempo libre puede convertirse en un tiempo -aunque sea breve- para reponernos, para ordenarse de nuevo, para disfrutar de conocimientos y de lugares, tiempo para descansar, orar y leer un poco más, y para acercarnos a la maravilla de la naturaleza, sin prisas, admirándola.
Y sobre todo las vacaciones son tiempo para acercarse más a Dios y a nuestras familias. Días para renovarse de cara a Dios.
Y días para volver a encontrar nuestros orígenes, los amigos y la familia, y redescubrir nuestra profunda vocación a amar y ser amados; días para ir más a fondo.
No hay tiempo vacío o sin sentido para el creyente ni para el que ama. Os ofrezco un decálogo de las vacaciones por si os ayuda:
1. En las vacaciones, me propongo disfrutar más viviendo, que haciendo muchas cosas.
2. Descansar ahora, para poder servir mejor después. Hay que saber trabajar pero también hay que saber descansar, detenerse, reflexionar.
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3. No nos dejemos robar la paz por angustias o cosas que aún no han pasado, o que no tienen solución, o que simplemente nos dan miedo.
4. Cada día hay que abrir una ventana a la esperanza y la alegría.
5. Dedicar mucho tiempo a lo que realmente valga la pena.
6. Seré feliz valorando las cosas sencillas de cada día y la compañía de los que me rodean.
7. Dar más espacio a escuchar o simplemente a estar con los que amo y que me aman.
8. Contemplar con admiración las maravillas que conlleva la vida, la naturaleza, las relaciones de amistad.
9. Cuando llegue la noche daré gracias al Creador, y trataré de concluir el día en la reconciliación y la paz conmigo mismo y con todos.
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10. Y me dormiré confiado en Dios, abandonado a su amor providente, que nunca nos deja de su mano.
Por Joan-Enric Vives, obispo de Urgell