Es un arte saber enseñar a los pequeños y adolescentes a obedecer y al mismo tiempo a que se sientan motivados a querer lo que se les enseña porque ven que es lo mejorTodos los padres quisiéramos educar hijos con criterio, que supieran utilizar bien su libertad y tomar las decisiones correctas en las encrucijadas de la vida. Hijos que tengan pensamiento crítico y no se dejen arrastrar por las corrientes de moda ni por las presiones de su entorno. El problema es que muchas veces no estamos educando en este sentido. En muchos casos, los estilos educativos que utilizamos acostumbran a los niños a descansar tranquilamente en la autoridad de los padres y no los ayudamos a ser independientes o a ejercer su libertad.
Para educar hijos con criterio, lo primero que debemos hacer es enseñarlos a pensar. Desgraciadamente vivimos en una sociedad en la que el acto de pensar es cada vez más escaso, los contenidos vienen ya digeridos y el entretenimiento está hecho para ser “disfrutado” y no para ser analizado.
Ayudar a pensar
En la familia podemos tratar de contrarrestar estas realidades ayudando a nuestros hijos a pensar: conversemos sobre temas de actualidad, podemos también motivarlos a ser críticos de una película o algún libro que leyeron, tratemos de escuchar sus opiniones con atención mientras les enseñamos a argumentar sus ideas. Todas estas estrategias podrán desarrollar su pensamiento crítico que es vital para desarrollar un criterio personal.
En nuestra manera de ejercer la autoridad también podemos ayudar a desarrollar su criterio: la obediencia es una virtud que debemos fomentar en casa, pero siempre es bueno que detrás de esa obediencia exista una comprensión de los hechos. La obediencia por miedo o “porque sí”, aunque a veces puede ser eficaz, no permite a nuestros hijos entender el porqué de sus decisiones y no los ayuda a ejercer su libertad, es decir a portarse bien u obedecer porque entienden qué es lo que les conviene y lo escogerán porque les da la gana.
Un aspecto esencial para educar el criterio en nuestros hijos, es enseñarlos a tener una serie de valores y principios que dirijan su vida. Este marco de valores puede ser aplicado a cualquier situación de la vida y los ayudará a llevar una vida coherente en la que sus decisiones se basen en lo que de verdad creen y no en lo que todos hacen, o lo que es más fácil. Hay que conversar mucho sobre valores como la caridad, la justicia, la generosidad y convencerlos de que, como dice José Figueres Ferrer, “si no vives como piensas, terminas pensando como vives”.*
Ojalá en un futuro podamos ver que nuestros hijos, aunque tengan sus defectos y se equivoquen, puedan tener un criterio propio que los ayude a conducirse en el camino del bien. Y que cuando nosotros no estemos, este ejemplo y educación que les pudimos dar, les sirva para llevar una vida enmarcada en valores y principios que los puedan llevar a la felicidad.
*La cita es del filósofo católico francés Gabriel Marcel.