Una película que vale la pena verUno nunca sabe bien cómo llega a una película. A un libro. A una ciudad. A una mujer. Uno no sabe bien nunca nada. Vive. Sueña. Deambula. Y va descubriendo. Va indagando una cosa y otra sin saber bien cómo está ahí. Me paraliza la casualidad de las cosas. Que haya nacido aquí y no allí. Que tenga un nombre o una familia que podía ser otra, la de al lado de casa, o la de aquella ventana que en mitad de la noche a veces se enciende y deja asomar una figura, que no es hombre ni mujer, una silueta que fuma o parece que fuma, y el humo se confunde un poco con la niebla, con el jadeo lumínico de la contaminación.
No sé ni siquiera por qué escribo. No tengo una respuesta concreta. En todo caso, miles de versiones. Tampoco sé por qué sólo escribo de noche. Y por qué a veces escribo de pie más que sentado. O a lápiz. Quizá escribo para que perduren mis cosas. “Escribir es una forma de mantener vivas las cosas”, dice Edward Sheffield, el escritor que protagoniza Animales nocturnos, esa película a la que se llega un día y ya nunca se retorna. No se regresa. Se queda en ti como un especie de órgano artificial, un órgano imaginario que de pronto bombea imágenes, instantes o diálogos que se incrustan en la piel y ya no te sueltan.
Pasa algunas veces, que un libro, una ciudad, una película o una mujer, una canción (Il cielo in una stanza, de Gino Paoli) llega para no irse nunca, y subrayas el libro una y otra vez, y andas la ciudad, y ves la película tantas veces como anochece y amanece, y besas a la mujer y cantas la canción, te la pones tantas veces que no cansa.
Animales nocturnos es fascinante. Ojalá puedan verla hoy mismo. Parar lo que estén haciendo. Buscarla en el cine o buscarla por la tele. Ese relato dentro del relato, esa ficción dentro de la ficción. Ese borrador de novela que llega a casa de Susan Morrow. La novela que ha escrito su ex marido, Edward Sheffield, y que es la escritura de una venganza. Digamos la metáfora de una venganza. Una acertada historia que se bifurca en mil direcciones. Y una banda sonora de Abel Korzeniowski para tatuársela en el antebrazo, para ponérsela de despertador cuando se acabe la noche y uno quiera agarrarse más al sueño que a la vida.
Esta película de Tom Ford es una adaptación de la novela Tony and Susan, de Austin Wright, que se tradujo al español como Tres noches. Algunas traducciones, como se aprecia, son mortales. Ya pasó con La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde. Animales nocturnos es una gran obra. Que deja sin aliento. Tan recomendable que seguro agradecerán que alguien les haya insistido tanto. Yo aún estoy en un estado suave de estupefacción. De shock perpetuo.
Ficha Técnica
Título original: Nocturnal Animals
País: Estados Unidos
Año: 2016
Director: Tom Ford
Duración: 117 minutos
Género: Drama/Suspense
Reparto: Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Michael Shannon y Aaron Taylor-Johnson