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La elegancia es un atributo que se porta de adentro hacia afuera

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Luz Ivonne Ream - publicado el 30/08/17
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La belleza de una mujer no está en la ropa que lleva, en su figura o en algún atractivo visual. Esta aumenta con el paso de los años a la par que su bondadPara descubrir la belleza de una mujer, mírala a los ojos que son la puerta de su corazón y donde habita lo más profundo de su ser, la esencia de su alma. Qué tan grande y valioso es ser mujer que hasta Dios quiso nacer de una.

No hay nada más bello que ver a una mujer que porte su cuerpo, su sonrisa, todo su ser con seguridad, con garbo y aplomo, siempre consciente de la dignidad que posee como dama.

El pudor y la modestia son hermanos pequeños de la pureza (San Josemaría Escrivá). El pudor sí existe, tanto en el hombre -honor y honestidad- como en la mujer y no es atemporal. El pudor es una emoción natural. En pocas palabras, nacimos pudorosos.

El recato, la modestia sexual, la vergüenza, la modestia y la humildad -lo contrario al exhibicionismo-, todos son parte del pudor y son atributos que hacen a la mujer aún más hermosa de lo que es. Es también parte de la virtud cardinal de la templanza.

 

Menos es más

Cuanto menos enseñes, más elegante te verás. El pudor no es moda, es darle valor a nuestra intimidad como algo muy personal, algo que es solo nuestro y no le pertenece a nadie más. Conforme pasa el tiempo y como consecuencia de la educación recibida -o no recibida-, de las heridas emocionales, entre muchas otras cosas vamos restándole valor al pudor. Es por eso por lo que es tan importante educarnos en el amor. La educación del amor, al igual que la educación de la libertad, forzosamente requiere de la educación de la intimidad, que va de la mano con la del respeto.

 

Proteger lo más personal

El pudor es el recato, el celo y decoro que nos hace ocultar y proteger aquello que nos es propio y que solo nos pertenece a nosotros mismos: cuerpo, conductas, pensamientos, secretos, sentimientos, etc. Respecto a esto yo he visto que hay una relación directamente proporcional entre las mujeres que son poco pudorosas y recatadas y las coloquialmente conocidas como chismosas. Y es que tiene toda la lógica. Si una mujer no valora, no protege, no respeta y no cuida de su propia intimidad, mucho menos lo hará con la intimidad de otras personas. Si no se guarda nada para ella, menos guardará los secretos ajenos.

¿Pero, por qué será que a algunas mujeres les encanta mostrar más de lo prudente? Y eso sí, si algún varón le llega a faltar el respeto, se enfurecen y se ofenden. Por supuesto que el respeto debe prevalecer con y sin escote. Pero… Mujeres, hagámosle más sencilla la tarea a los hombres.

La naturaleza de ellos es ser “mirones”. Es decir, así como a las mujeres se nos conquista por el oído, a los hombres por el ojo, son visuales. De verdad, necesitamos ayudarles en eso. Y vaya que no me refiero a que ellos no puedan tener control de lo que ven o sienten, pero el “mirar” es parte innata de su género. Sobre todo, porque no sabemos si en el momento en que nos les estamos presentando vestidas así de “provocativas” ellos puedan estar pasando algún momento vulnerable en sus vidas.

Varias mujeres ven el escote como un símbolo de feminidad y un arma de seducción -a veces de destrucción-. Desafortunadamente, no se percatan de la delgada línea que hay -y que muchas ya han pasado- para llegar a la “vulgaridad”. Claro que el escote es un arma de seducción, pero hay que utilizarla “únicamente” con el marido. Es a él a quien le corresponde disfrutar de nuestros atributos como nosotros de los de ellos. Esto es parte del débito conyugal y solo él tiene el derecho de mirarnos y desearnos con amor y respeto.

Esa sensación de sentirnos deseadas por él es increíblemente gratificante, pero solo por él. Qué horror estar provocando malos pensamientos y deseos lujuriosos en otros hombres. No es posible que las mujeres que visten así no se percaten que todas las miradas que a ellas llegan son de todo menos de amor y respeto.

 

Necesidad de sentirse apreciada

¿En qué radicará que algunas mujeres sean pudorosas y otras le hayan restado su valor? ¿De verdad es tan poco lo que nos hemos llegado a valorar que sentimos esa necesidad de mostrar aquello que está reservado para la intimidad y para compartirlo solo con nuestro marido? El protagonismo juega un papel importante. Cuando una mujer tiene baja autoestima y no cree tener nada valioso para mostrar al mundo lo que hará será mostrar su cuerpo para llamar la atención.

Esa es su arma infalible con la que logrará captar la atención, sobre todo del sexo masculino y el saberse deseada, halagada por ellos y envidiada -por parte de algunas mujeres-  le hará sentir algo de “seguridad” y ser la estrella, aunque sea por unos momentos porque en el momento que llegue a su casa y se quite su vestimenta provocativa volverá a ser la misma mujer insegura, triste y llena de vacíos emocionales.

 

¿Son más hombres si exhiben a su mujer?

Están también los maridos a quienes les gusta exhibir a su mujer. Les encanta que ellas se vistan con faldas cortas y escotes muy pronunciados. De verdad, no lo entiendo. ¿Será que quieren reafirmar su hombría, que todos los demás hombres le vean y le envidien por la hembra que trae? No lo sé. Lo que sí me queda claro es que una pareja así de abierta y que poco respetan y valoran sus cuerpos, pronto serán 3 en la ecuación… ¡Por Dios! ¡Si el cuerpo de su mujer es un regalo de Dios exclusivamente para él!

Mujercita, qué necesitas para darte cuenta de que tu valor va mucho más allá de tener unas curvas perfectas, unos senos y unos glúteos firmes y voluptuosos. ¿Qué harás cuando la ley de gravedad haga de las suyas en tu cuerpo? Cirugías, me dirás. ¡Claro! Te podrás seguir haciendo procedimiento tras procedimiento, pero ninguna de esas operaciones te devolverá tu autoestima, te hará recuperar tu verdadero valor ni llenará tus vacíos. Seguirás siendo la misma “muñequita” perfecta por fuera, pero triste y herida por dentro.

¡Mujer, vales mucho! Más de lo que tú misma te puedas imaginar. ¡Créelo, por favor! Reconócete, apréciate, acéptate, ámate. Descubre y abraza todo lo bueno y bello que hay dentro de ti y regálaselo al mundo. La elegancia te abrirá puertas, la vulgaridad cerrará tu corazón, cegará tu espíritu y te pondrá en muchos riesgos. Guarda tu cuerpo para quien se lo merezca, para quien te vea con ojos de camino a la santidad.

 

 

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