Análisis del trasfondo y los matices del mensaje del pontífice desde CartagenaAnte la incredulidad de algunos y la expectación de otros, el Papa Francisco tuvo una especial referencia a Venezuela desde Cartagena, Colombia. No cualquier cosa, sino unas palabras más extensas de lo esperado, sentidas y muy reveladoras. No hizo un paquete para despachar el tema Venezuela junto al encuentro con los prelados venezolanos, sino que seleccionó el momento con minuciosidad, como quien prepara un detalle con predilección. Quien no tiene en cuenta la importancia de los gestos y los contextos en las expresiones papales, corre el riesgo de no entender nada.
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No fueron pocos los que se mostraron renuentes a aceptar que aquello era posible: “está en Colombia y los temas colombianos pesaban más”, era el argumento de los reflexivos; “ya recibió a los obispos y no pasará de allí”, se lamentaban los más desesperanzados; “el Papa ha metido a Venezuela en la carpeta del olvido” es la cantaleta de los pesimistas; “qué más va a decir de lo que ya ha dicho?”, es el estribillo de los melancólicos. Pero ocurrió. Y no por ser el último día fue el escenario menos significativo.
Durante el Angelus, en el lugar donde el tema central era la dignidad humana y habiendo antecedido una actividad que lo tocaba en lo profundo del corazón por tratarse de una obra jesuita de atención a los más desfavorecidos, el Papa había reservado un privilegiado espacio para referirse a Venezuela como antes lo reservó para los obispos venezolanos que lo acompañaban en su recorrido apostólico.
A grandes titulares se llegó a divulgar que el Papa no se reuniría con ellos y lo hizo. Fue una gran deferencia pero, más allá de eso, un acto de solidaridad con el sufrimiento de nuestro país en el que el Papa, aparte de mostrar completo respaldo a la acción de los prelados venezolanos, puso el acento con tinta indeleble en el drama humano del hambre y la escasez de medicamentos.
La dignidad humana es asunto prioritario para la Iglesia y el Papa lo dejó ver de una manera que no deja lugar a dudas. Escogió atinadamente el contexto, las palabras y los énfasis. La figura de Pedro Claver, el jesuita que se desveló por los descartados de la sociedad en una entrega de vida incesante por devolverles su dignidad, fue el énfasis más notorio. Se refiere a Venezuela precisamente en el lugar donde reflexionó sobre los derechos humanos, evidenciando perfecta conciencia y conocimiento de lo vulnerados y pisoteados que se encuentran en Venezuela.
Para los reflexivos que dudan, un énfasis de entrada: “Desde esta ciudad, sede de los derechos humanos”, lanzó su llamamiento al cese de la violencia y a “la solución de la crisis en Venezuela”. Para los desesperanzados, la mención papal -imposible no pensarlo- apunta al principal responsable de la crisis y su agudización, el gobierno, casualmente, el que niega la crisis y vende la imagen de un país en pujanza gracias a la revolución.
El destinatario es obvio en su defensa de “los más pobres y desfavorecidos de la sociedad”. Aunque la crisis afecte a todos, son ellos quienes llevan la peor parte. No se atiende al pueblo, no se respetan sus derechos, no se reconoce su dignidad, es la denuncia del episcopado venezolano que está rubricando el Papa.
Los pesimistas pudieron comprobar que el Santo Padre lleva a Venezuela en carpeta bajo el brazo: “Expreso mi cercanía a cada uno de los hijos e hijas de esa amada nación”…y para los melancólicos, esos que piensan que se agotó el disco duro del pontífice, completó una palabra de acompañamiento para quienes han emigrado: “como también a los que han encontrado en esta tierra colombiana un lugar de acogida”.
Desde este lado de la frontera pueden estar tranquilos: el Papa Francisco no requiere de “actualizaciones” sobre el caos que vive esta nación.
Algunos detalles a recalcar: no mencionó al diálogo ni lo promovió como medio y calificó de “crisis” lo que vive Venezuela, utilizando un lenguaje objetivo y con poco acento pastoral, lo que no es usual en él. Peculiaridades que debían hacer pensar a quienes pretenden que el Papa tome un fusil y coloque la mira en el Palacio Presidencial venezolano, sin reparar en que tiene a Venezuela en la mira, que no es lo mismo ni se escribe igual pero es lo más interesante y esperanzador.-