Esta tragedia pone de nuevo en entredicho la facilidad con la que se pueden conseguir armas en ese paísLas fuerzas de seguridad del Departamento Metropolitano de Policía de Las Vegas (Nevada) actuaron con celeridad para detener al “lobo solitario” –Stephen Paddock, de 64 años de edad, hasta ahora el único sospechoso de matar al menos a 58 personas y herir a otras 515, quienes se encontraban a las 22:00 horas disfrutando de un concierto al aire libre, en un parque cercano al Mandalay Bay Resort and Casino.
La acción eficaz previno, según lo dijo en su discurso ante la nación el presidente Donald Trump, mayor número de muertes y de lesionados. Sin embargo lo cierto es que la matanza de Las Vegas –una de las más letales en la historia de Estados Unidos– pone de nuevo en entredicho la facilidad con la que se pueden conseguir armas en ese país.
Aunque hasta el cierre de la edición de Aleteia persiste la hipótesis de que se trató de un tirador solitario, “un lobo solitario”, como lo define la policía de Las Vegas, hay muchos grupos que se querrán atribuir el atentado, y que pudieron estar detrás del gatillo de este supuesto multihomicida. Incluso el autodenominado Estado Islámico se lo ha adjudicado, pero las autoridades de Seguridad Nacional de Estados Unidos ven este asunto con escepticismo.
Por lo demás, Paddock fue encontrado muerto en su habitación del Mandalay Bay Hotel, según lo dijo a la prensa el sheriff Joseph Lombardo. Las líneas de investigación siguen y no descartan que pudiera tratarse de “terrorismo interno”, como el caso de la discoteca de Orlando (Florida) el año pasado. Paddock rompió el cristal de su habitación y comenzó a disparar ráfagas de ametralladora de forma indiscriminada sobre una multitud indefensa.
Los disparos hechos por Paddock desde el piso 32 del hotel pueden ser escuchados perfectamente en los videos de los asistentes al concierto de música country que se celebraba al aire libre, como parte del llamado Route 91 Harvest Festival. Son disparos realizados con un arma automática de uso del ejército, que fueron ejecutados, “como si se disparara a un barril lleno de peces”, según dijo a la prensa un asistente al concierto. Se calcula que había 22,000 personas atendiendo al espectáculo.
La división SWAT del Departamento de Policía de Las Vegas actuó con celeridad y cuando llegó a la habitación del piso 32 encontró a Paddock muerto. De nueva cuenta, la versión oficial de los hechos es que el tirador se suicidó cuando se supo acorralado por la policía. Pero en la habitación que ocupaba Paddock, un según dijo el sheriff Lombardo, las fuerzas especiales de asalto encontraron diez armas automáticas de alto poder.
¿De dónde viene este arsenal para una persona como Stephen Paddock, quien vivía en el condado de Mesquite, una comunidad de personas retiradas, situada a 125 kilómetros al noroeste de Las Vegas y al cual no se le conocían pública ni familiarmente posturas radicales en materia política ni ideológica?
Se trataba de un ciudadano medio, retirado, al que le gustaba apostar en Las Vegas y que vivía con su novia, identificada por la policía como Marilou Danley, de 62 años. Es más, Eric Paddock, hermano del sospechoso, le dijo a la cadena CBS que su hermano “no era un hombre que estuviera ávido de tener armas”.
Eric, quien vive en Orlando con su familia, dijo que conocía que su hermano tenía algunas pistolas el hecho que tuviera varias metralletas en la habitación del piso 32 está aún sin esclarecer. La pregunta que se hacía Eric sobre su hermano las armas largas de su hermano Stephen en la entrevista con CBS es la misma pregunta que hoy se hacen millones de estadounidenses: “¿de dónde diablos las sacó?”
De nueva cuenta, la discusión sobre las armas queda en la palestra pública. El presidente Trump ofreció oraciones, propuso luto nacional, encomendó las almas de las víctimas a la misericordia de Dios, llamó a la unidad nacional, pero no tocó el tema de las armas. La masacre de Las Vegas será, seguramente, la que cambie las cosas, quizá para siempre.