Nunca me había gustado rezar el rosario y tampoco sabía cómo hacerlo, pero aprendí y comencé a rezarloA Clara y Francisco le habían diagnosticado poliquistosis ovárica y habían estado bajo tratamiento médico por dos años y medio escuchando que les decían que con estimulación, inyecciones de rutina y ecografías iban a lograr el embarazo. Sin embargo, el tratamiento no funcionaba y un día les dijeron: “Bueno, ya está. Ya no pueden hacer más estimulación. Lo que tienen que hacer es in vitro”.
Clara cuenta que cuando escuchó esas palabras, se le partió el alma en siete mil pedazos. No se trataba de una cuestión moral o ética o de estar o no de acuerdo con la Iglesia, sino de sentir un dolor muy profundo.
Siempre habían querido ser padres y formar una familia
Lo dialogaron mucho. Pensar en óvulos fecundados que estén congelados no causaba ninguna gracia. ¿Una vida congelada?. Esa idea no les terminaba de cerrar, aun sabiendo que la posibilidad de ser padres era tan importante para ellos.
Un día se enteraron de la NaproTecnología– una ciencia que trabaja en forma cooperativa con el ciclo de la mujer para lograr un embarazo de manera natural – y Clara se contactó con el equipo de profesionales en Argentina.
A partir de ese momento el camino fue totalmente diferente.
Lo primero que tuvieron fue esperanza. Un camino diferente a lo que habían hecho hasta ese momento.
Clara relata su experiencia de esta manera:
Primero me dijeron que mi diagnóstico no era correcto. No tenía poliquistosis. Tampoco me prometían que tendría un hijo, pero sí me aseguraban que encontraríamos la causa.
En otros lugares me habían dicho que solucionarían mi problema pero, al no encontrar resultados positivos una vez hecha la estimulación, en vez de indagar por la causa me dejaron ante la fría realidad de una in vitro. ¿Se aburrieron de mí, de verme la cara? Me sentí despachada.
Lo que me decían en Napro, en cambio, era que iríamos por la causa y después veríamos qué se podía hacer. Si en el camino quedaba embarazada, ¡fantástico!, pero iríamos por la causa. No me dijeron “yo te aseguro que vas a tener un hijo” como me habían dicho los otros médicos.
Abracé mi dolor
Napro me ayudó a estar en contacto con mi cuerpo que en el fondo, era lo que más me dolía porque no funcionaba. Napro me ayudó a transitar el dolor, con el cuerpo, la mente y el alma.
Cuando una tiene un problema en el cuerpo, la primera reacción es evitarlo porque una piensa ¿para qué le voy a prestar atención a esto que me está ocasionando un problema? Mejor miro para otro lado.
Abrazar ese dolor por el lugar que a una más le duele es el mejor camino que nos enseña. Es en esa situación crítica donde una si está atenta puede sacar lo bueno y lo positivo. Como pareja nosotros aprendimos muchísimo, aún en el dolor y con golpes. Al final, el balance termina siendo positivo.
La parte humana que aporta Napo a la pareja nos ayudó a pasar por todas las dimensiones de nuestra persona. No era algo sólo mío, era de los dos y eso te une a la persona que elegiste para compartir el resto de tu vida, con o sin hijos.
Empecé a rezar el rosario
Había comenzado Napro y un 27 de Octubre conocí a Immaculé Ilibagiza, una sobreviviente del genocidio de Ruanda del año 1994. Con gran fe, ella me comentó sobre el rosario de los 7 dolores de la Virgen María. Me dijo que rece todos los días y que María me enviaría un regalo.
Nunca me había gustado rezar el rosario y tampoco sabía cómo hacerlo. Entré en internet para buscar cómo se rezaba y me senté a rezar con esa convicción que me había transmitido Immaculé todos los días. No importaba si llegaba tarde o si estaba muy cansada. Lo rezaba.
Exactamente un mes siguiente, un 27 de Noviembre me enteré de que estaba embarazada y el 27 de Julio nació mi hijo Federico.
Estuve cuatro años casada, tres años buscando un bebé y embarazada a un mes de rezar el rosario habiendo optado por una opción médica natural.
Contar con una opción médica que preserva la humanidad y que no es invasiva donde una se siente contenida y acompañada por la calidad humana de los profesionales, junto a un camino de crecimiento atravesando el dolor con María y el aporte de la fe, fueron la combinación de nuestra experiencia como familia por la cual nos sentimos hoy profundamente agradecidos.