“Educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto”Cuando hablamos de educación de los hijos muchas veces nos concentramos en su formación intelectual, o incluso en el desarrollo de sus habilidades y de virtudes esenciales para la formación de su carácter. Sin embargo, muchas veces nos olvidamos de uno de los componentes más importantes de la educación en la familia: educar el corazón.
Aristóteles afirmaba que: “Educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto”. Sin embargo, ¿qué queremos decir cuando hablamos de educar el corazón? En definitiva, significa educar en el amor y para amar.
Significa también que los sentimientos de nuestros hijos deben importarnos más que sus conocimientos sobre geografía o matemáticas, porque son estos sentimientos los que servirán como motor de impulso para llegar a su desarrollo personal y los que los llevarán a la felicidad.
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¿Cómo se educa el corazón?
- Entender que el hogar es escuela de amor: Nuestra manera de tratarnos, la aceptación y valoración que mostramos entre los padres y hacia los hermanos, las muestras de cariño frecuentes y apropiadas son maneras de ensenar a querer. Nuestra casa debe ser un lugar cálido en el que todos se sientan acogidos y queridos. Es muy difícil educar el corazón de un niño que no se sienta aceptado o querido en su propio hogar, o que vea que en su casa no hay amor.
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- Educando la afectividad: la afectividad comprende el conjunto de sentimientos y emociones de una persona. Es necesario enseñar a nuestros hijos a reconocer esos sentimientos, a ponerles nombre y a saber qué es lo que están sintiendo. También debemos enseñarles a manejar esas emociones, a manifestarlas de manera positiva y a controlar sus reacciones ante lo que están sintiendo. De esta manera podrán tener una afectividad sana en la que los sentimientos sean reconocidos, valorados y encauzados.
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- Enseñándolos a salir de sí mismos: El amor requiere necesariamente el darse a los demás y es indispensable que nuestros hijos sean capaces de reconocer las necesidades de sus pares, de ayudarles cuando les necesiten y de sentir la satisfacción de salir al encuentro del otro. Solo un corazón que es capaz de salir de sí mismo es capaz de amar, y esta es la lección más importante que necesitan nuestros niños para aprender a querer. Aprovechemos todas las oportunidades que tengamos para que vivan esta entrega en carne propia, es esta experiencia la que puede realmente educar los corazones.
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- Educar en libertad: finalmente la capacidad de amar de todas las personas va enlazada con su libertad. Solo quiere el que quiere. Y es por esto que mientras más eduquemos a nuestros hijos en su libertad y en la responsabilidad que tienen de dirigir su vida hacia el bien, más capaces serán de querer porque les da la gana. Y ese sí que es el verdadero querer.
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