No son definitivas, pero pueden ser un paso importanteMuchos podrán preguntarse lo mismo: por qué los venezolanos acuden de nuevo a votar, en medio de una crisis cada vez más acuciante? La respuesta es compleja y simple a la vez. Hay un mandato constitucional de renovar gobernaciones y alcaldías, a través de comicios que debieron ser convocados hace un año a lo cual el gobierno se negó. Ahora, ante la presión de la calle, por meses encendida en disturbios y protestas sin precedente que pedían elecciones generales, han optado por realizar las que ya no pueden evadir por más tiempo.
Frente a esta realidad, hay unos cuántas interrogantes: ¿Logrará el gobierno, con el ventajismo de costumbre, sumar los votos necesarios para ampliar su control regional? ¿Logrará la oposición modificar el mapa político del país conservando sus estados y municipios y avanzando hacia otras posiciones? Todo lo dirán las urnas, abiertas de nuevo, no sin dificultades que plantean retos inéditos.
Para muestra un botón: el Consejo Electoral anunció, a última hora, el traslado de masas importantes de votantes a centros lejanos y de menor capacidad logística. Ello implica colocar obstáculos importantes, no solo para el acceso de las personas a esos centros, sino el retardo que implica por el tiempo de espera y otras molestias. El cardenal Porras Cardozo, arzobispo de Mérida –los Andes venezolanos- se lamentaba de que en uno de los populosos centros de votación, ubicaron a personas de la tercera edad para sufragar en terceros y cuartos pisos, en edificaciones que no cuentan con ascensores (elevadores).
Los reclamos no se han hecho esperar aunque la gente afirma que acudirá a votar “a como de lugar”. El este de Caracas, por ejemplo, ha sido “mudado” a votar en barriadas populares de difícil acceso. Los vecinos han previsto una movilización organizada y puntual. No obstante, queda la incógnita de cuántos votos restará esta maniobra de último momento, a todas luces dirigida a complicar el ejercicio del voto.
“Al venezolano le gusta votar”, nos decía hoy un analista político ante la posibilidad de que contingentes de oposición, negados de plano a presentarse en los centros por rechazo a la dirigencia de oposición y repudio al comportamiento ventajista del Consejo Electoral, mantuvieran su decisión. Aparentemente, la intención de voto en los sectores opositores alcanza ya a un 65% según firmas de sondeos, sobre todo después que la Iglesia Católica se anotara en una campaña llamando al voto “consciente y responsable” para impedir que el tablero electoral se tiñera de rojo.
El gobierno tiene evidentes temores. Si la votación es masiva y se les dificulta hacer cualquier tipo de triquiñuela para hacerse con votos ajenos, se verán en problemas para someter a los nuevos mandatarios regionales y locales a la voluntad de la Asamblea Nacional Constituyente y, probablemente, en la obligación de negociar y fijar elecciones generales para el 2018. En las regionales, proceso en marcha en estos momentos, no está en juego el poder nacional y aún disponen de capacidad de maniobra. Luego será más cuesta arriba, sobre todo si la presión internacional aumenta y el liderazgo regional se encarga de apretar el acelerador.
Casualmente, el secretario de Relaciones Exteriores de México confirmó esta semana que su país fungirá como mediador en una nueva ronda de diálogos entre el gobierno y la oposición en Venezuela, y reveló que en estos días se reunirá con los máximos exponentes de la diplomacia vaticana.
Lo que se juega este domingo en la justa electoral 15 no es definitivo, pero sí puede ser un paso decisivo para la puesta en marcha de una verdadera transición en el país.
