Abandono, violencia y muerte, fronteras invisibles, narcotráfico… “Todos estos hechos de violencia y muerte se han dado a lo largo de la historia de nuestra región, sumado al abandono estatal y marginación a la que ha sido sometida, convirtiéndose así, en escenario propicio para que se enquisten grupos armados al margen de la ley que se han generado en nuestro país, beneficiando de paso la corrupción que ha ganado terreno en muchas de nuestras instituciones”
Así inicia el duro comunicado de la diócesis de Tumaco (Colombia), recibido en la Agenzia Fides, que denuncia la “situación horrible” en la que vive la población.
“El obispo, el clero y los agentes de pastoral, conscientes de lo que sucede – abandono del Estado, violencia, narcotráfico, indiferencia, pobreza y marginación – nos invitan a analizar nuestra situación y a encontrar esperanza, diálogo y orden como camino para superar esta horrible noche”, se lee en el texto.
El comunicado también refiere que los medios de comunicación no informan con la debida evidencia. “Se han incrementado las muertes selectivas, se reactivaron las ´fronteras invisibles´, el control armado de grupos ilegales, desapariciones, aumento de consumo de sustancias psicoactivas en la juventud, desplazamiento y reclutamiento forzoso de niños”.
“Es por ello que se hace aún más grave – continúa el texto – la muerte de 6 personas el 5 de octubre en Tandil. Todo esto para nosotros es motivo de indignación” (véase Fides 12/10/2017). El comunicado denuncia como causa principal de las “estructuras de pecados de la sociedad, el narcotráfico, que ha alterado la realidad y ha destruido familias y proyectos de vida, personales, familiares y comunitarios”.
Mons. Orlando Olave Villanoba invita enérgicamente a las autoridades a aclarar cualquier situación de confrontación violenta, especialmente la del 5 de octubre en Tandil. Para ello, pide al gobierno central que presente proyectos de desarrollo para el área abandonada y alienta a la comunidad a seguir esperando en el orden y la seguridad que provienen de la fuerza con la que cada uno rompe los lazos con cualquier actividad ilegal o violenta para construir junto con otros una verdadera comunidad.
Las llamadas “fronteras invisibles” desde hace tiempo son una pesadilla para la población. Si en las ciudades es relativamente fácil localizarlas, ya que cada barrio está bajo el poder de una banda criminal y por lo tanto es peligroso aventurarse si no se vive en esa zona, en el campo, abandonado por el estado, la situación era y sigue siendo muy diferente.
En algunas partes del país las FARC u otros grupos de guerrillas o grupos armados del narcóticos establecen límites que dividen y encierran poblaciones enteras, pequeños centros habitados o grupos de campesinos que quieren vivir en paz y en cambio son víctimas de la violencia entre grupos delictivos armados.
Artículo publicado originalmente por la Agenzia Fides